A principios del siglo XX aún prevalecía un gran desconcierto sobre la coagulación de la sangre. Se habían descrito varios hechos en forma aislada, como la capacidad de los tejidos de acelerar la coagulación, observada por Buchanan, la presencia de un fermento procoagulante tanto en los coágulos como en el suero, descrita por Schmidt y la necesidad del calcio para que ocurriera. Estos conocimientos fueron revisados extensamente por Paul Morawitz, quien logró integrar una teoría unitaria que ha resultado clásica a partir de su difusión en 1905.
Paul Morawitz nació en San Petersburgo, Rusia, el 3 de abril de 1879.
Tras finalizar sus estudios de medicina en Leipzig en 1901, completó el servicio militar y se unió al Dr. Ludolf von Krehl en Tubinga como médico asistente. Krehl inspiró a Morawitz en sus estudios de patología hematológica.
En 1907, completó una disertación sobre circulación sanguínea (para su habilitación) y, ese mismo año, fue nombrado médico jefe de la clínica universitaria de Friburgo de Brisgovia.
En 1913, ascendió a ordinario y director de los pacientes hospitalizados de Greifswald, y en 1921 asumió un puesto en Wurzburgo. Finalmente, en 1926, asumió la cátedra de Medicina en Leipzig.
Publicó numerosos trabajos en el área de la medicina interna, pero su principal interés se enfocó a la sangre. Publicó un breve tratado de hematología que fue traducido al español en 1929.
Morawitz murió de un infarto, el 1 de julio de 1936, en Leipzig, Alemania.
Entre 1903 y 1906 Morawitz publicó una serie de trabajos sobre la coagulación de la sangre que fueron resultado de la cuidadosa revisión de los conocimientos existentes hasta entonces, en especial el trabajo de Fuld y Spiro de 1904. En la nueva teoría, Morawitz reunió los cuatro factores descubiertos hasta esa época: fibrinógeno, protrombina, calcio y factor de los tejidos.
La nueva teoría, dada a conocer en 1905 en una extensa monografía de más de 100 páginas y 490 citas bibliográficas, fue la base del enorme desarrollo que experimentó el conocimiento sobre la fisiología de la coagulación durante el siglo XX.
Morawitz propuso que la coagulación de la sangre ocurre en dos etapas. La primera era la conversión de protrombina a trombina mediante la acción del factor tisular en presencia de calcio y la segunda mediante la conversión de fibrinógeno a fibrina gracias a la acción de la trombina.
Introdujo el término trombocinasa para designar la sustancia activa de los jugos tisulares y prefería el término trombógeno (en lugar del término protrombina) para designar al precursor de la trombina. Consolidó el concepto enzimático de la coagulación, al comparar esta función con la generación de tripsina a partir del tripsinógeno mediante la acción de la enterocinasa.
En el capítulo 4 de la monografía, Morawitz resume la doctrina de la coagulación con las siguientes palabras: “En el plasma de la sangre circulante existen fibrinógeno, sales de calcio y probablemente también trombógeno. Una vez que la sangre sale de los vasos, los elementos formes, especialmente las plaquetas cuando se irritan por el contacto con cuerpos externos, liberan trombocinasa dentro del plasma. La trombocinasa, a su vez, forma trombina, junto con trombógeno y sales de calcio”.
Sorprendentemente, la nueva teoría no produjo acuerdo entre los investigadores, sino que originó una variedad de teorías.
El belga Pierre Nolf (1873–1953) postuló en 1908 que la coagulación del plasma se debe a tres sustancias, el fibrinógeno y el trombógeno, originadas en el hígado y la trombozima, originada en el endotelio, las plaquetas, los ganglios linfáticos y los leucocitos. Mencionó que sólo existen adyuvantes para coagular y propuso reunirlos todos bajo la designación de sustancias tromboplásticas a las que también llamaba agentes coagulantes de tercer orden (extractos tisulares con alcohol, algunos extractos salinos y agentes químicos).
Jules Bordet (1870–1961), mejor conocido por el descubrimiento del agente causal de la tos ferina (Bordetella pertussis), sostenía que el factor tisular provenía de las células, motivo por el que le llamó citozima.
William Henry Howell (1860–1945), famoso por haber descrito las inclusiones de los eritrocitos (cuerpos de Howell-Jolly), también mostró un gran interés por la coagulación. En la segunda edición de su tratado de fisiología, publicado en 1908, menciona la teoría de Morawitz prácticamente sin modificaciones. En los siguientes años estudió el factor tisular, al que dio el nombre de tromboplastina, término que se ha empleado hasta la actualidad.
Al estudiar las propiedades procoagulantes de la tromboplastina, su alumno Jan MacLean descubrió en 1916 un principio anticoagulante, al que el propio Howell llamó heparina.
Este hecho hizo que Howell modificara el concepto sobre la coagulación y en su tratado de fisiología de 1919 sostenía que la heparina era una antiprotrombina que viaja en el plasma unida a la protrombina para impedir la coagulación y que la tromboplastina separa esta unión, liberando a la protrombina para que mediante la acción del calcio se convierta a trombina. La heparina disociada, a su vez, se unía al exceso de tromboplastina para limitar el proceso de coagulación.
La teoría de Howell terminó por imponerse a través de numerosos escritos y libros para mantenerse por largos años.
Las técnicas de laboratorio para estudiar la coagulación de la sangre se apoyaban en su teoría. De acuerdo a Jaques, el papel dominante de Howell en el ámbito científico de Norteamérica hizo imponer y mantener su teoría por muchos años e impidió que los siguientes descubrimientos fueran aceptados con facilidad. Eso influyó para que los editores de numerosas revistas no aceptaran la divulgación de nuevos conocimientos, como la aparición de la prueba de protrombina de Armando Quick, la preparación y la naturaleza de la protrombina y el descubrimiento de la globulina antihemofílica.
Se lo recuerda con el "premio Paul Morawitz" anual que otorga la Deutsche Gesellschaft für Kardiologie (Asociación Alemana de Cardiología).
* Dr. Raúl Izaguirre-Ávila - Revista Mexicana de Anestesiología - Historia de la Medicina Vol. 29 - 2006
* Ciencia
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