lunes, 2 de febrero de 2015

DR. ALBERT ABRAMS

Fue médico y estafador estadounidense, conocido durante su vida por haber inventado máquinas que según él podían diagnosticar y curar casi cualquier enfermedad. Sus afirmaciones fueron cuestionadas desde el principio. Hacia el final de su vida, y poco tiempo después de su muerte, se demostró concluyentemente que sus declaraciones habían sido falsas y deliberadamente engañosas.
Abrams nació en San Francisco (California) alrededor de 1863 (en distintas ocasiones dio fechas dentro del rango de 1861 y 1865). Entre 1910 y 1918, Abrams publicó varios libros sobre un método médico que él llamaba espondiloterapia, una técnica de manipulación no muy diferente a la quiropráctica, pero mediante el uso de electricidad.
Describió la «teoría» y la práctica de la espondiloterapia en un libro llamado Spondylotherapy (1910).
De manera fraudulenta, Abrams afirmó haberse licenciado en medicina en la Universidad de Heidelberg a la edad de 18 a 20 años (según la ocasión). La razón era que los médicos estadounidenses admiraban a los médicos e investigadores de Alemania. 
Antes, había despertado su enojo por burlarse de ellos en sus escritos con el seudónimo «Dr. Hades», «Dr. Inferior», etc (comparándolos con los gérmenes de la tifoidea y otros), y burlándose de las ridículas terapias que en ese momento los médicos consideraban científicas. 
En una parodia en verso contra la terapia del globo aerostático, por ejemplo, dice "los médicos suben a sus pacientes por los aires pero no saben cómo bajar el globo de nuevo a tierra". El poema termina con las líneas: "Pero nunca más bajaron. / Es por eso que tenemos que confesar / que la terapia aeronáutica está destinada a fracasar."
Antes de cumplir los treinta años era presidente de la Sociedad Médica de California. Era profesor de patología en el colegio médico Cooper y también presidente de la Sociedad Médico Quirúrgica de San Francisco. Al contrario de lo que suele suceder en estos casos, donde los rápidos ascensos profesionales despiertan el rencor de los compañeros, Abrams siempre fue apreciado y admirado.
En 1910, tras haber escrito ya dos libros que pasaron sin pena ni gloria, publicó "Terapia espondilar".
En él, por primera vez, defendía el uso de descargas eléctricas en la médula espinal como método curativo. En 1915 publicó otro libro sobre el tema que lo catapultó al estrellato, el título era "Nuevos conceptos en diagnosis y tratamiento". 
En el se detallaba la revolución que supondría para la medicina la aplicación de las nuevas tecnologías, sobretodo la electricidad. De una forma confusa, Abrams sostenía que cada órgano del cuerpo y cada enfermedad vibraban emitiendo ondas magnéticas. Con el fin de usar esas vibraciones para curar a los pacientes había diseñado y construido su máquina, la ERA (Electronic Reactions of Abrams: reacciones electrónicas de Abrams).
Al comienzo la comunidad científica ignoró por completo tanto el libro como la máquina de Abrams. Pero eso no importaba, el médico decidió darse a conocer él mismo y fundó la Asociación Americana de Investigación Electrónica (AERA). 
Además, creó una revista “especializada”, Journal of Physico-Clinical Medicine, en la cual publicaba sus propios artículos.
En 1923, un hombre mayor a quien en la Clínica Mayo le habían diagnosticado cáncer de estómago inoperable, se hizo atender por un profesional de ERA, quien después de los tratamientos lo declaró «completamente curado». El hombre murió un mes más tarde, y comenzó un escándalo público.
La disputa entre Abrams y sus seguidores y el AMA (American Medical Association: Asociación Médica Estadounidense) se intensificó. Entre los defensores de Abrams se incluía el escritor estadounidense Upton Sinclair y el famoso crédulo sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes.
Se pidió la resolución de esta controversia mediante la intervención de un tercero respetado desde el punto de vista científico. Scientific American decidió investigar las declaraciones del Dr. Abrams. La revista estaba interesada en el tema debido a que varios lectores habían escrito cartas a la redacción diciendo que las máquinas revolucionarias de Abrams eran uno de los grandes inventos del siglo, y que era necesario que se presentaran en las páginas de la revista.
Scientific American reunió un equipo de investigadores que trabajó con un socio de Abrams a quien se le dio el seudónimo «Doctor X». Los investigadores desarrollaron una serie de pruebas y la revista pidió a los lectores que sugiriesen sus propias pruebas. Los investigadores dieron al Doctor X seis frascos con agentes patógenos desconocidos y le pidieron su identificación. Posiblemente el Doctor X creía honestamente en sus máquinas Abrams, ya que él no habría aceptado cooperar si no hubiera creído en ellas, y de hecho permitió que los investigadores de la revista observaran el procedimiento.
El Doctor X se equivocó con el contenido de los seis frascos. Cuando le comunicaron el resultado, examinó los frascos y señaló que posiblemente los instrumentos se habían confundido con las vibraciones de las etiquetas escritas con tinta roja. Los investigadores le dieron otros frascos con etiquetas menos ofensivas, pero el resultado volvió a ser 100% erróneo.
La revista publicó los resultados, lo que generó una previsible guerra de cartas entre los defensores y los críticos.
Abrams se ofreció a cooperar con los investigadores, pero por una u otra razón nunca lo hizo, con diversos pretextos. Abrams nunca participó en ninguna investigación, y en publicaciones de ERA afirmó que era víctima de una injusta persecución.
Un miembro de la Asociación Médica Estadounidense envió una muestra de sangre a un médico que trabajaba con las máquinas de Abrams. Le diagnosticaron que el paciente padecía de malaria, diabetes, sífilis y cáncer. En realidad la muestra de sangre provenía de un gallo Plymouth Rock.
Muestras similares se enviaron a otros médicos de Abrams, y varios fueron acusados de fraude en los tribunales. En un caso en Jonesboro (Arkansas), Abrams fue llamado como testigo.
Pero Abrams no pudo asistir a la corte, porque murió de una neumonía mal diagnosticada en enero de 1924, a los 62 años.
Después de la muerte de Abrams, la AMA abrió públicamente una de sus máquinas. Sus componentes internos consistían en nada más que cables conectados a luces y zumbadores.
Según Rawcliffe, Abrams y sus sucesores habían fundado una buena cantidad de clínicas especiales en Estados Unidos y su número no disminuyó en absoluto en los años siguientes.
El Dynomizer (dinomizador) se parecía a una radio, y Abrams dijo que podría diagnosticar cualquier enfermedad conocida mediante una sola gota de sangre o incluso mediante un papel con la escritura del paciente. Decía que su máquina podía realizar diagnósticos sobre muestras de sangre seca que le enviaban en pedazos de papel dentro de sobres, por correo. Afirmaba que —por medio de sus máquinas— podía llevar a cabo la práctica médica a través de la vía telefónica y que incluso podía determinar características de la personalidad.
El Dynomizer fue un gran negocio: en 1918, los cursos de espondiloterapia y ERA costaban 200 dólares estadounidenses (por el mismo poder adquisitivo de unos 2800 dólares en 2008) y el alquiler del equipo costaba unos 200 dólares, con un cargo mensual de 5 dólares al mes, en adelante. El arrendatario tenía que firmar un contrato en el que prometía no abrir nunca el dispositivo. Abrams explicaba que si se abría se podía distorsionar los delicados ajustes, pero la regla también servía para evitar que alguien examinara sus dispositivos.
OSCILOCLAST
Luego amplió sus pretensiones para el tratamiento de las enfermedades diagnosticadas. Abrams inventó nuevos aparatos y aún más impresionante, el Osciloclast y el Radioclast, que venía con tablas de frecuencias que debían ser configuradas correctamente para atacar enfermedades específicas. A los clientes les decía que las curas requerían la repetición de los tratamientos.
Los operadores del Dynomizer tendían a dar diagnósticos alarmantes: generalmente combinaciones de enfermedades como el cáncer, la diabetes y la sífilis. Abrams inventó una enfermedad desconocida (y por lo tanto no tratada por los médicos) llamada «la sífilis bovina». Afirmó que el osciloclasta era capaz de vencer a la mayoría de estas enfermedades, la mayoría de las veces.
En 1921 declaró que 3.500 profesionales en EE. UU. utilizaban la tecnología ERA. Los médicos ortodoxos sentían muchas sospechas.
Scientific American publicó: “Las así llamadas Reacciones Electrónicas de Abrams no existen, salvo en la imaginación de quienes las aplican, y no tienen validez alguna. En cuanto al tratamiento con Osciloclaster, que pretende restaurar en el enfermo las condiciones electromagnéticas apropiadas, carece de cualquier valor terapeútico. Toda la técnica electrónica de Abrams, en sus numerosas variantes, no merece el menor interés. En el mejor de los casos, es una ilusión; en el peor, un colosal fraude.” Por su parte, Scientific Monthly calificaba a Abrams el mismo año como “un mentiroso encantador”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario