viernes, 5 de junio de 2015

DR. LUIS AGOTE

Luis Agote nació en Buenos Aires el 22 de setiembre de 1868.
Datos genealógicos atestiguan que Manuel de Agote, su tatarabuelo paterno, ostentaba en tierras españolas el grado de Caballero Pontificio de la Espuela de Oro, dado por el Papa Pío VI, el 21 de marzo de 1796. 
El abuelo de Luis, Manuel José del Carmen Agote y Pando, se había radicado en la provincia de Catamarca donde se dedicó al comercio y al arrendamiento de campos, aunque persecuciones políticas infligidas por el Caudillo Facundo Quiroga, terminaron sumergiéndolo en la miseria. 
Su padre, Pedro Francisco Agote Cubas, merece una hoja aparte. En su currículum de imagen pública figura, entre otros cargos haber ocupado durante tres años una banca en la Cámara de Diputados de la Nación. 
Las crónicas de la época dan cuenta de su capacidad de orador y de sus conocimientos en materia económica y política. En 1869, asume funciones en el Ministerio de Hacienda con una foja de gestión impecable: logró sumar a las arcas de la provincia de Buenos Aires, cerca de treinta millones de pesos que fueron destinados a la ampliación de vías férreas, al pavimentado de rutas y construcción de puentes. 
Pedro Agote fue un hombre ligado a una moral cívica ejemplar, virtudes que marcarían la existencia de Luis durante toda su vida. Quiteira García Sedano, su madre, una mujer de alcurnia, se dedicó sólo a criar a siete hijos más (tres varones y cuatro mujeres); “Todos descollantes”, según aseguran los cronistas del doctor. 
La posición económica y social que ostentaba la familia Agote, permitió que sus ocho hijos estudiasen en los mejores colegios ingleses de la época. De modo que el pequeño Luis realiza estudios primarios en el Colegio Inglés de Williams y Douglas Junior, para luego obtener su bachillerato en el Colegio Nacional de Buenos Aires. 
Por aquellos años el joven Agote siente la firme convicción de la inclinación hacia las ciencias médicas, vocación que lo llevaría a efectuar en seis años la carrera de medicina. 
En 1895, Luis contrae matrimonio con María Robertson Lavalle, hija del expedicionario del desierto; don Carlos Fitzgerald Robertson, un hombre de poder y de considerable fortuna. 
María le dio a Luis cinco hijos y se dice, que lo hizo feliz.  
Ingresó a la Facultad de Medicina en 1887 e inició su carrera hospitalaria como practicante honorario de vacuna, de carácter obligatorio, y luego continuó como practicante rentado, practicante menor y mayor en 1890 y 1892 respectivamente, en el hospital San Roque.
En 1893 terminó como practicante mayor en el hospital de Clí­nicas. Simultáneamente fue designado en 1889 como director de Anatomí­a Descriptiva de la Facultad. 
Graduado en el año 1893, presentó su tesis de doctorado que versó sobre "Las hepatitis supuradas". Fue designado como secretario del Departamento Nacional de Higiene y en 1895 fue nombrado director del Lazareto Martí­n Garcí­a.
Para esa época comenzó a concentrar su actividad en la clí­nica médica y en 1899 fue designado médico de sala del hospital Rawson, donde posteriormente serí­a jefe. 
En 1905 fue nombrado Profesor Suplente de la Facultad de Medicina. 
En 1914 inauguró el Instituto Modelo de Clí­nica Médica, donde llevó a cabo un vasto programa de investigación, enseñanza y asistencia, tratando de producir trabajos que significaran puentes entre la investigación cientí­fica de avanzada y su aplicación a la clí­nica médica. 
Investigador de alma, estudió el uso del suero "Behring" en el tratamiento de la difteria. 
Culminó su carrera como profesor de la cátedra de Clí­nica Médica en 1915, hasta que se retiró en 1929. 
Sus inquietudes polí­ticas lo llevaron a ocupar el cargo de legislador en la Cámara de Diputados en 1910 y 1916 y se deben a su iniciativa, entre otras, las siguientes leyes:
Creación del Instituto Modelo de Clí­nica Médica en 1911.
Anexión del Colegio Nacional de Buenos Aires a la Universidad.
Fundación de la Universidad Nacional del Litoral.
Institución del Patronato Nacional de menores abandonados y delincuentes en 1919.
Alternando su actividad polí­tica con la de médico, fue director del Instituto Modelo de Clí­nica Médica del hospital Rawson, al que le imprimió un carácter dinámico donde sus colaboradores se esforzaban para producir trabajos cientí­ficos de experimentación y de clí­nica.
La otra cara de Agote, además de la de polí­tico, médico, docente e investigador, fue la de escritor. 
Sus principales obras fueron:

"Nerón, los suyos y su época" un estudio psicopatológico, en1912.
"Augusto y Cleopatra".
"Ilusión y realidad", un libro de poemas.
"Mis Recuerdos", sus relatos autobiográficos.

Hay escritos, muchos de ellos reflejados en los Anales del Instituto Modelo de Clí­nica Médica, de los cuales pueden citarse:
La úlcera gástrica y duodenal en la República Argentina, publicado en 1916.
La litiasis biliar, el mismo año.
Estudio de la higiene pública en la República Argentina, una memoria del Departamento Nacional de Higiene.

Su trabajo médico más trascendente fue "Nuevo método sencillo para realizar transfusiones de sangre", publicado en1914. 
Este trabajo es un ejemplo, tal vez el más importante, por lo que significó en la escuela médica argentina y cuyos beneficios excedieron su frontera para contribuir universalmente al beneficio de la humanidad. Landsteiner, para entonces, ya habí­a descubierto los grupos sanguí­neos del sistema ABO. 
Agote trataba de encontrar una solución al desafí­o que le planteaba dominar las hemorragias en los hemofí­licos. 
Junto a su colaborador, el médico laboratorista Lucio Imaz Appathie, habí­a realizado numerosos experimentos en animales investigando caminos inversos a los que ya se habí­an probado sin éxito, como colocar la sangre en recipientes especiales o mantenerla a una temperatura especí­fica y constante. Su idea fue buscar un componente, que añadido a la sangre no permitiera el proceso de coagulación.
Después de numerosos fracasos, observó que el citrato de sodio no permití­a la formación de coágulos y además no era tóxico como la hirudina, la peptona o el oxalato de sodio. Agote se hizo transfundir sangre para demostrar que su método era inocuo.
La primera transfusión con sangre citratada realizada con éxito en el hombre tuvo lugar el 9 de noviembre de 1914, en un paciente con tuberculosis pulmonar que ocupaba la cama 14 de la sala Fernández del Instituto Modelo. Los aspectos técnicos del procedimiento fueron manejados por el Dr. Ernesto V. Merlo con la sangre extraí­da a Ramón Mosquera, el portero del Instituto
El 15 de noviembre, cinco dí­as más tarde, a modo de demostración pública transfundió con total éxito a una paciente anémica grave, una parturienta que habí­a tenido serias hemorragias por haber tenido placenta previa. 
APARATO PARA TRANSFUNDIR CON SANGRE ALMACENADA
Previamente trescientos centí­metros cúbicos de sangre del donante, el señor Maclica, fueron mezclados con citrato sódico al 25%. 
Fueron testigos directos de aquel hecho el Dr. Epifanio Uballes, rector de la Universidad de Buenos Aires; el Dr. Luis Güemes, decano de la Facultad de Medicina; Baldomero Somer, director general de la Asistencia Pública y el intendente municipal, Dr. Enrique Palacio. 
Además todo el personal del Instituto tuvo la oportunidad de participar de este hecho; también los profesores de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires y  numerosos médicos y cirujanos.
La paciente, tres dí­as más tarde, se fue a su casa restablecida.
La anticoagulación in vitro de la sangre permitió las innumerables transfusiones que se realizaron en la Primera Guerra Mundial, cuando se agregaron otros dos pasos claves: la refrigeración y la preservación de sustancias adicionales como la glucosa que impedí­an la hemólisis y permití­an su traslado a los hospitales de campaña.
El mismo dí­a, en un acto de sensibilidad y solidaridad envió detalles de su trabajo al diario La Prensa y, a través de éste, al New York Herald, que publicó un extracto el 15 de noviembre de 1914. 
Al mismo tiempo, Agote comunicó formalmente la novedad a las representaciones diplomáticas en Buenos Aires: la Legación Imperial de Alemania, la Legación Imperial y Real de Austria-Hungrí­a, al Consulado General del Imperio Otomano, a la Legación Británica en Buenos Aires, a la Legación de la República Francesa, a la Legación Imperial de Rusia y a la Legación de Bélgica. Todas acusaron nota de haber recibido la comunicación. 
El cirujano norteamericano Richard Lewisohn, del Mount Sinaí­ Hospital y el investigador belga Alfred Hustin, de la Academia de Ciencias Biológicas y Naturales de Bruselas, se atribuyeron la prioridad del descubrimiento. 
PRIMERA TRANSFUSIÓN DE SANGRE - HOSPITAL RAWSON - ARGENTINA
Se produjo una larga controversia entre Agote y los cientí­ficos mencionados, acumulándose entrevistas, artí­culos, comunicaciones y citas en distintas revistas médicas sobre la discutida prioridad.
Es posible que Lewisohn haya despreciado el origen y el autor del descubrimiento y el uso del citrato de sodio en las transfusiones de sangre. 
Puede ser que después de leer el resumen que Agote habí­a enviado al diario New York Herald, publicado el 15 de noviembre de 1915, Lewisohn revisara la literatura y encontrase el trabajo pionero de Hustin que, sin embargo, aconsejaba una dilución ineficaz, o el de Weil que tampoco llegó a progresar. 
Más de 40 años después, en una publicación retrospectiva, Lewisohn analizarí­a la etapa del descubrimiento y mencionarí­a que para la misma época, Luis Agote en Buenos Aires habí­a publicado resultados similares de modo independiente, comentando apenas filosóficamente que "cuando una idea está madura se le ocurre a varias personas simultáneamente".
La cronologí­a y la crónica de los hechos son suficientemente claros.
A lo largo de su vida recibió múltiples distinciones, entre otras: Profesor Honorario del Colegio Nacional y de la Universidad de Buenos Aires; Miembro Honorario de la Academia Nacional de Medicina; Presidente Honorario de la Academia Nacional de Bellas Artes, de la Asociación Tutelar de Menores y del 8º Congreso Nacional de Medicina. 
La República de Chile lo distinguió, en 1916, con la Orden al Mérito.
Luis Agote perteneció a una generación clave para la sociedad argentina, una estirpe de científicos cuya formación académica y filosófica, en aras de un temprano Positivismo, solidificó una efervescencia intelectual irrepetible. Tanto Agote, (aunque un tanto joven) como Ignacio Pirovano o Eduardo Wilde son, sólo por nombrar algunos médicos, los prosélitos de la llamada Generación del 80. 
Agote encaja perfecto dentro del paradigma comtiano de orden y progreso; acaso su interpretación correcta de una comunidad científica nacional que hundía sus raíces en el conocimiento científico. 
Falleció en la ciudad de Turdera el 12 de noviembre de 1954. 
Para honrar su contribución a la Medicina se bautizó con su nombre a una calle, una Escuela Nacional de Comercio, el Instituto Modelo de Clínica Médica, el Instituto Nacional de Protección de Menores, el Centro de Hemoterapia del Hospital de Clínicas —todos de la ciudad de Buenos Aires— así como a escuelas primarias, centros de hemoterapia y bancos de sangre de todo el país. 
Sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta.

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