sábado, 4 de marzo de 2023

DR. JOHANN FRIEDRICH THEODOR MÜLLER

En el año 1859 Charles Darwin publicó El Origen de las Especies, que con el tiempo se ha convertido en un texto ampliamente aceptado y clave en Biología y en la Ciencia en general. Pero inicialmente se encontró con mucha oposición. Por ello fue necesario que saliesen en su defensa diversos científicos. Algunos eran bastante conocidos: Wallace, Huxley, Lyell, Hooker…  Sin embargo el apoyo más temprano y que resultó además crucial para la aceptación de la teoría fue el de un desconocido naturalista alemán exiliado en Brasil: Fritz Müller.
Nacido en Alemania el 31 de marzo de 1821, estudió medicina pero su afición era la observación y el análisis de la naturaleza. Al no querer  firmar el compromiso que se le exigía en Alemania para ejercer la medicina, el año 1852 se trasladó a Brasil donde un conocido suyo, Blumenau, había fundado recientemente una colonia alemana que recibió el nombre del fundador. 
Llegó a Santa Catarina con su esposa, Karoline, su hija Johanna y uno de sus hermanos, August, también casado.
Una vez instalado en la colonia creada por su viejo amigo Hermann Blumenau, el científico alemán trabajó duro con su esposa y su hermano para construir su casa y cultivar sus propios alimentos. Al mismo tiempo, tuvo que educar personalmente a sus hijas (tuvo nueve mujeres y un niño, que vivían pocas horas), protegerse de los ataques de jaguares e indios y, aun así, observar animales y plantas, coleccionar especies para estudio y escribir informes, artículos y cartas a revistas en el extranjero y en Brasil.
De allí se desplazó a Nossa Senhora do Desterro (de hecho a veces  se le conoce como Müller-Desterro) en la actualidad Florianíápolis. En dicha localidad  y en otras localidades brasileñas ejerció plenamente la profesión de naturalista observando, estudiando y describiendo la naturaleza hasta su muerte, el 21 de mayo de 1897.
Sobre todo comenzó a analizar animales, crustáceos, mariposas y aves. Y en esas estaba, estudiando y describiendo la naturaleza como un naturalista clásico, cuando en el año 1861, de Alemania le llegó la traducción alemana de El Origen de las especies. 
Inmediatamente, como un nuevo Saulo-San Pablo, se puso a interpretar  y apoyar sus observaciones a la luz de la  nueva teoría evolutiva de Darwin.  De hecho, el año 1864 publicó un texto, Für Darwin, en el que explicaba las características de los crustáceos siguiendo esta teoría. Cuando Darwin tuvo conocimiento de esta obra apoyó su traducción al inglés (lo que sucedió el año 1869 con el título Facts and Arguments for Darwin que se puede consultar en internet; recientemente  el texto en alemán se ha traducido al castellano por la editorial de la Universidad de Granada con el título En Apoyo de Darwin), y comenzó a incluir aportaciones de ella en las sucesivas ediciones que tras la primera de 1859 sacó de El Origen. 
“Tenía 248 trabajos publicados, entre memorias y monografías, en numerosas revistas científicas de todo el mundo”, dice Paulo Labiak, profesor de la Universidad Federal de Paraná y presidente de la Mülleriana: Sociedad Fritz Müller de Ciencias Naturales, en Curitiba: “Incluso para los estándares actuales, más de un siglo después, con todos los gráficos y la electrónica disponibles, esta producción es impresionante”.
E incluso le pidió en una correspondencia que duró 17 años hasta la muerte de Darwin  en 1882 que hiciera observaciones para él en animales y plantas a fin de resolver diversos problemas evolutivos.  De hecho Müller pertenece al selecto y restringido club de corresponsales de Darwin en cuyo haber figuran más de 100 intercambios epistolares.
En la sexta y definitiva edición (1872) de El Origen, Darwin menciona a Müller en relación con varias características de los crustáceos recogidas en el texto de éste. En primer lugar, ya en el capítulo II dedicado a la Variación en la Naturaleza -tras el primero sobre Variación en Estado Doméstico- incluye  la observación de Müller de que en los machos de un crustáceo de Brasil hay dos formas  diferentes por lo que se refiere a las pinzas y las antenas. Y  razona Darwin que en este caso, como en otros de insectos, hormigas, plantas etc. en los que hay dos o tres formas de machos y/o hembras dentro de la misma especie, aunque ahora estos tipos aparecen sin formas intermedias, debió de existir en un principio gradaciones, un aspecto central de su teoría. Y por supuesto ambos  autores están de acuerdo que estas diferentes  formas han debido de aparecer por selección natural.
Más  adelante  en relación con los pocos  crustáceos que tienen respiración aérea  y que por ello pueden vivir fuera del agua, Darwin menciona los estudios del alemán en dos familias de estos crustáceos  que demuestran  que mientras en sus caracteres importantes-órganos sentidos, estómago, circulatorio etc.-son muy parecidos,  en cambio son muy diferentes en las estructuras que les permiten la respiración aérea. Y aquí recoge el razonamiento de Müller de que estas diferencias se deberían a que “la selección natural  habría tenido  materiales o variaciones diferentes -en familias diferentes de crustáceos- con que trabajar para llegar al  mismo resultado funcional”. Y concluye que: “en la hipótesis de actos separados de creación, toda la cuestión permanece ininteligible”.   
Y en relación con el origen de los grandes grupos,  Darwin tenía la idea de que los estados embrionarios o larvales de muchos animales pueden mostrar las condiciones en estado adulto del progenitor de todo el grupo. Así dice que, por lo que se sabe de sus embriones, es probable que los mamíferos, aves, peces, reptiles sean los  descendientes  modificados de algún remoto antepasado que en estado adulto estaba provisto de branquias, vejiga natatoria, cuatro miembros en forma de aleta y una larga cola, todo ello adecuado para la vida acuática. Esta gran hipótesis de Darwin era bastante “hipotética” en aquel tiempo pues no se conocía muy bien el desarrollo embrionario de este gran grupo. 


Pero para apoyarla utilizó los estudios de Müller en crustáceos  en los que demostraba que en este  grupo con gran diversidad de formas -desde parásitos chupadores reducidos a un saco y unas raíces sobre el huésped a grandes cangrejos, langostas, gambas etc.,- todos ellos comienzan como larvas en forma de “nauplio” que viven y se alimentan en pleno mar no estando adaptadas a ninguna condición de existencia particular. Y  aquí Darwin razona de acuerdo con Müller que: “en algún periodo remotísimo  existió un animal adulto independiente que se parecía al nauplio y que produjo ulteriormente, por varias líneas genealógicas divergentes, los diferentes grupos de crustáceos”.
Saliendo de los crustáceos y del texto de Müller, en relación con la idea de Darwin del carácter gradual de la evolución, en El Origen también utiliza otra observación de su “apóstol” en este caso con respecto   al origen de las plantas trepadoras. Concretamente Darwin razona que este tipo de plantas han debido  de originarse por actuación de la selección natural sobre plantas que muestran en un principio ligeras tendencias a movimientos de esta clase. Y en su apoyo saca la observación de Müller de que en los tallos jóvenes de plantas como el lino y en algunas otras, se observan ciertos giros irregulares sobre los que puede actuar la selección natural para finalmente producir el fenotipo trepador.
Müller realizó además otras  importantes aportaciones a la teoría evolutiva que no fueron recogidas por Darwin en El Origen por haberlas realizado después de 1872 cuando el gran naturalista inglés cerró definitivamente el texto. La más importante y por la que es más conocido es el “mimetismo Mülleriano” - diferente del Batesiano más conocido y que sí recogió Darwin - que describió en principio en mariposas pero que tiene lugar también en otros insectos e incluso en ranas y serpientes. En este caso lo que Müller  defendió es que hay situaciones en que  una  especie animal con mal sabor para los depredadores - o venenosa - pero que es poco abundante, se hace semejante en coloración y morfología a otra especie diferente que también es de mal sabor - o venenosa - pero que es más abundante. Y demostró matemáticamente - era una de las primeras irrupciones de los “números” en Biología, la otra fue la de Mendel - cómo se pueden establecer estas situaciones.
Asimismo describió  unas estructuras existentes en los tallos de ciertas plantas Urticáceas del género Cecropia  en las que se alimentan las hormigas del género Azteca  que viven sobre ellas,  y que  a cambio del alimento las defienden  de herbívoros y otras plantas. Actualmente a  estas estructuras  se  les llama “corpúsculos  alimenticios de Müller”, y son objeto de intensa investigación como también  lo  es el fenómeno del mimetismo mülleriano y  otros fenómenos descritos por él.
Por último durante toda su estancia brasileña  describió  diversas especies de plantas y realizó varias aportaciones taxonómicas de los crustáceos incluyendo algún género nuevo.
En conclusión se puede decir que con las aportaciones de Müller que incluyó Darwin en su gran obra - y otras no incluidas en este texto - la teoría  evolutiva  mediante la actuación de la selección natural recibió un gran apoyo e impulso, además en un momento inicial clave por la  gran oposición que había suscitado. En reconocimiento a todo ello Darwin en su correspondencia escribió que Müller era “el mejor observador de la naturaleza que había conocido” o “el príncipe de los observadores”.
Delirante, ya próximo a la muerte, el naturalista Fritz Müller sólo pensaba en las bromelias. En frases sueltas, describió las especies ya nombradas y otras por estudiar. No se refería a los crustáceos que ayudaron a establecer la teoría de la evolución y encantaron a Charles Darwin, ni a las mariposas que se imitan entre sí para deshacerse de los depredadores, ni a las orquídeas, todos objetos de intensa observación. A los 75 años, Müller tenía delirios febriles con las bromelias, dueñas de una belleza salvaje que lo llevaron a cultivarlas por docenas en su gran jardín a la orilla del río, en Blumenau. En Europa solo fue posible ver esta planta de la familia Bromeliaceae en herbarios por ser exclusiva del continente americano (de las más de 3 mil especies, solo una de ellas habita en África).
El final de la vida de este excepcional naturalista es narrado por Moacir Werneck de Castro en la biografía El sabio y el bosque – La extraordinaria aventura del alemán Fritz Müller en el trópico brasileño (Editorial Rocco, 1992, descatalogado). Castro demuestra que el científico cumplió su deseo juvenil de descubrir y explorar una nueva tierra con todo tipo de especies animales y vegetales, la mayoría de las cuales aún son ignoradas por los especialistas. 

* Manuel Ruiz Rejón - Universidad de Granada, Universidad Autónoma de Madrid y co-autor del libro La Herencia del Mendelismo 
* Revista Pesquisa - Neldson Marcolín - Número 105 de noviembre 2004

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