El 30 de junio de 1969 falleció en Buenos Aires, Enrique B. del Castillo Mallea, reconocido por todos sus colegas y alumnos como el padre de la endocrinología clínica en Argentina.
Del Castillo nació en Mendoza, al pie de los Andes, el 14 de diciembre de 1897, y aunque la mayor parte de su actividad científica se desarrolló en Buenos Aires, tuvo un gran amor por su tierra natal durante toda su vida.
Estudió Medicina en la Universidad de Buenos Aires y se graduó en 1921.
Durante algunos años trabajó como médico de cabecera en San Vicente, un pequeño pueblo cercano a Buenos Aires. Mientras ejercía en San Vicente, asistió a las conferencias del profesor Viton sobre sintomatología y terapéutica clínica en su alma mater y este deber autoimpuesto implicó 3 horas adicionales de viaje diario.
Fue profesor asistente en el Instituto de Fisiología de la Universidad Nacional de Buenos Aires desde 1926,
En 1928, del Castillo conoció al profesor Bernardo Houssay, quien para entonces era director del Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina. En ese momento, del Castillo inició sus estudios endocrinológicos experimentales relacionados con el ciclo estral de la rata, estudiando la influencia de la castración, esplenectomía y epifisectomía sobre el ciclo.
Durante los años treinta, prestó especial atención a las modificaciones del ciclo producidas a través de injertos y trasplantes de ovario.
En 1933 del Castillo fue nombrado Jefe de Clínica del departamento del Profesor Padilla.
En 1942 la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires nombró a del Castillo jefe de la Sala XVI del Hospital Rivadavia y la destinó a Endocrinología. Ése fue el primer servicio endocrinológico del país, donde comenzaron su carrera casi todos los especialistas que luego fundaron escuelas en Buenos Aires y en el interior.
Así se originó la enseñanza metódica de la especialidad, juntamente con las clases y conferencias dictadas en el Instituto de Semiología fundado por Tiburcio Padilla en el Hospital de Clínicas.
En 1942, se convirtió en Jefe del Servicio de Endocrinología del Hospital Rivadavia de Buenos Aires y en 1944 fue profesor de endocrinología en la Universidad de Santiago de Chile.
Fue en Buenos Aires donde realizó su trabajo más importante y creó un ambiente adecuado para la educación científica de los jóvenes endocrinólogos.
A la luz de sus experimentos llevados a cabo en los laboratorios, interpretó los nuevos hallazgos obtenidos en su trabajo clínico, y sus observaciones realizadas en pacientes a menudo iniciaron nuevas investigaciones experimentales con roedores.
El trabajo de Enrique del Castillo se basó en dos principios básicos: endocrinología experimental y una observación minuciosa y cuidadosa del paciente.
Fueron la base de su desarrollo como fisiólogo durante el período de su estrecho contacto con el profesor Houssay y la calidad de un diagnosticador virtuoso que adquirió de A. Viton y T. Padilla.
Si bien los numerosos trabajos publicados por del Castillo abarcan aspectos sumamente variados de la endocrinología clínica y experimental, su trabajo más original se encuentra en el campo de la endocrinología sexual.
Trabajando con G. di Paola, observó la respuesta vaginal cíclica a la administración diaria de estradiol en ratas castradas, mostrando una capacidad rítmica intrínseca del epitelio vaginal (Endocrinology (1942) 30, 48). Se encontró una respuesta cíclica similar en el endometrio humano de mujeres ovariectomizadas después de la administración continua de estradiol (J. din. Endocr. Metab. (1942) 2, 215).
Desde la primera observación de Ahumada y del Castillo en 1932, cuando publicaron la historia de una paciente que presentaba galactorrea y amenorrea (Boln. Soc. Obstet. Ginec. Aires (1932) 11, 64), Enrique del Castillo siempre se había interesado en esta asociación.
En 1933, del Castillo y A. Lanari informaron de galactorrea y amenorrea en una paciente con acromegalia (Semana Me'd. (1933) 2, 303).
Argonz y del Castillo describieron un síndrome caracterizado por insuficiencia estrogénica, galactorrea y disminución de gonadotropinas urinarias (J. clin. Endocr. Metab. (1953) 13, 79).
Dos síndromes de insuficiencia testicular también fueron descritos por del Castillo, F. de la Balze, A. Trabucco y A. Onativia. Uno de ellos se caracteriza por la ausencia del epitelio germinal sin deterioro de las células de Sertoli o Leydig (J. clin. Endocr. Metab. (1947) 7, 493), mientras que el otro describe una ausencia completa de células de Leydig, alteración del epitelio germinal y disminución de las gonadotropinas urinarias (Acta endocr., Copenh. (1953) 12, 8).
En 1946, del Castillo, Argonz y Galli Mainini describieron un ciclo citológico del sedimento urinario y su paralelismo con el ciclo vaginal (Semana méd.,. Aires (1946) 46, 867). Estos hallazgos fueron desarrollados más tarde por L. J. Lencioni (J. clin. Endocr. Metab. (1953) 13, 263) y el análisis citológico del sedimento urinario demostró ser una buena herramienta en endocrinología y ginecología.
Aunque su principal interés se centró en la endocrinología sexual, del Castillo también contribuyó en gran medida al conocimiento de la glándula tiroides. Su interés por el bocio tenía que ver con la situación en su Mendoza natal, donde en ese momento el bocio era endémico.
Publicó numerosos trabajos que estudian la fisiopatología del hipertiroidismo.
En 1954, asociado con J. B. Stambury, G. L. Brownell, D. S. Riggs, H. Permetti y L. Itoiz, del Castillo estudió la adaptación del hombre a la deficiencia de yodo. Los resultados de este trabajo fueron publicados en el libro "The Goitre" (Harvard University Press, 1954).
Fue miembro del Consejo Panamericano de Endocrinología en Río de Janeiro (1938) y Montevideo (1940) y cofundador y primer presidente de la Sociedad Argentina de Endocrinología y Enfermedades de la Nutrición, nacida en 1941 como filial de la Asociación Médica Argentina, y cuyo nombre cambió en 1956 a Sociedad Argentina de Endocrinología y Metabolismo (SAEM).
Enrique del Castillo mantuvo un vivo interés por el desarrollo de todas las ramas de la endocrinología y sus trabajos (más de 200 artículos y 7 libros) dan testimonio de la profundidad con la que abordó los más variados temas.
La vida de Del Castillo fue rica en experiencias humanas. Trabajador incansable, ha creado una escuela de enseñanza, y sin temor a exagerar sus méritos, se puede decir que todos los endocrinólogos clínicos en Argentina se han formado a la luz de esta enseñanza.
* Juan H. Tramezzani - Instituto de Neurobiología, Buenos Aires, Argentina
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