viernes, 10 de septiembre de 2021

DR. GUILLAUME DUPUYTREN

“Me he equivocado, pero me he equivocado menos que otros cirujanos”. Guillaume Dupuytren


El barón Guillaume Dupuytren fue el mejor cirujano de su época y una de las últimas figuras que marcaron el enlace entre los siglos XVIII y XIX.
Nació el 5 de octubre de 1777 en Pierre-Buffière, centro de Francia. Fue hijo de Jean Baptiste, abogado defensor de pobres, no exitoso y que poco pudo ayudarle en sus estudios, pero quien tuvo una gran influencia en su personalidad por su temperamento y sus constantes enfrentamientos, y de Marie Marguerite Faure. 
Después fue a París, donde quiso ingresar al ejército, pero ante la oposición de su padre, se inscribió en la Escuela médico-quirúrgica del Hospital St Alexis de Limoges.
Dupuytren inició sus estudios con la ayuda de un oficial del ejército quien había sido comisionado a esa localidad y que, después de conocerlo, vio en él un talento excepcional que le permitiría destacar en poco tiempo. 
Dupuytren comenzó en el Colegio de La Marche, en París, cuyo director era el hermano del oficial de la localidad de Buffiere donde demostró un gran interés por la filosofía, la anatomía y la patología. Poco después de su ingreso fue nombrado jefe del Laboratorio de Anatomía. 
Estudió con Boyer en el Charité y continuó con estudios en fisiología y patología. 
Siendo estudiante ganó el puesto de disector anatómico. Desde entonces se interesó en la anatomía y la anatomía patológica. Como anatomista realizó investigaciones sobre la estructura del conducto inguinal. También se formó en química y en fisiología experimental, conocimientos que lo diferenciaron de sus colegas cirujanos. 
Realizó una serie de trabajos sobre la función de los nervios de la lengua y sobre la respiración. Debido a que las escuelas de medicina habían sido cerradas por el ejército revolucionario, recién en 1803 obtuvo el doctorado con la tesis “Propuestas sobre algunos puntos de la anatomía, la fisiología y la patología”. 
A los 23 años ya era profesor de anatomía y, para los 26, de patología. Algunos de sus alumnos fueron Nélaton, Lembert y Laennec quien sería su asistente posteriormente.
En 1804, a la edad de 27 años, ingresó en el Hotel Dieu como cirujano de segunda clase compitiendo con Roux; así comenzó su carrera quirúrgica en la que permaneció por el resto de su vida y por la cual lograría una reputación mundial. 
Cuando Luis XVIII ascendió al trono en 1814, nombró a Dupuytren Barón y Cirujano Real, títulos que mantuvo cuando Carlos X fue coronado Rey en 1824.
Después de permanecer con Pelletan como cirujano adjunto, fue nombrado cirujano en jefe del hospital y con ello logró desarrollar un estilo muy personal en el trato a sus pacientes y a sus subordinados. Bajo su jefatura, el hospital cambió radicalmente, trabajando sin descanso, iniciando sus visitas a las 6 de la mañana y convirtiendo las discusiones clínicas en un monólogo.
Mostraba una actitud amistosa hacia los pacientes, pero no con sus asistentes y colegas, siendo su actitud impositiva y arrogante, aunque respaldada por sus cualidades y capacidades como cirujano.
Considerado por muchos como una persona de difícil carácter, con talentos excepcionales, los biógrafos y sus contemporáneos lo describen como una persona de carácter duro, seco y frío, ambicioso, respetuoso de sus superiores y de sus subordinados, sin escrúpulos y como alguien más respetado que querido, como un clínico destacado y un cirujano talentoso, excelente profesor, pero alguien sin amigos; el primero como cirujano, pero el último como hombre.
Por más de 30 años fue el cirujano de más renombre en toda Europa.
No escribió mucho, pero sus trabajos fueron reportados por sus alumnos y asistentes y fueron traducidos en Inglaterra y en Nueva York. Realizó numerosas contribuciones a la cirugía. Sin duda, la de mayor trascendencia fue la descripción de la contractura de la fascia palmar, que hoy lleva su nombre; sin embargo, nunca le dio el crédito a Astley Paston Cooper, quien había realizado la primera descripción de esta alteración en la fascia palmar 10 años antes.
El 5 de diciembre de 1831 presentó una conferencia con su experiencia en la contractura palmar.
Inició su discusión comentando que sólo hablaría de un paciente y acerca de un solo padecimiento.
Describió la historia de tal enfermedad en ese paciente en particular, incluyendo la demostración de las bandas subcutáneas (cruzando la palma de su mano) y cómo se exageraban al extender los dedos.
Después de mencionar que había visto entre 30 y 40 casos en un periodo de 20 años, descartó que el origen fuera inflamatorio, reumático o gotoso, así como secundario a lesión ligamentaria, articular o de los huesos. 
Relacionó firmemente la causa a trauma local crónico asociado con la actividad del paciente y al uso de la mano con instrumentos pesados, como martillos o herramientas pesadas, con el resultante daño crónico. Sin embargo, reconoció que no todos los casos podían asociarse con esa explicación. 
Enfatizó el curso clínico de la enfermedad, incluyendo la preferencia por el anular, la alteración de los dedos adyacentes, especialmente el meñique y la deformación progresiva de la piel palmar en pliegues sobre las bandas subcutáneas de contractura que deforman los dedos. 
Insistió en la integridad de las articulaciones, a excepción de la interfalángica proximal, en la cual llegó a encontrar anquilosis como resultados de lesión no tratada por varios años. 
Durante esa misma ponencia describió los hallazgos de sus cirugías, realizando una descripción gráfica del procedimiento que había perfeccionado, consistente en fasciotomías transversas, describiendo mejores resultados en la liberación del anular que en la del meñique. Insitió en que este procedimiento no sería la panacea para el manejo de todas las contracturas de los dedos.
Después de esa presentación se generaron varias polémicas. Sus más cercanos discípulos defendieron su punto de vista y continuaron señalando casos similares. 
En enero de 1832, Vidal de Cassis presentó un estudio de pacientes tratados con contractura de la palma de la mano y en 1833 Guérin presentó otro caso de un paciente de 22 años con una severa contractura que involucraba los cinco dedos de la mano derecha. Los argumentos presentados generaron grandes polémicas para la época y controversias que serían discutidas en los más altos foros de la medicina con lo que trascendió la descripción de este padecimiento con las bases histopatológicas que se consideran hasta hoy en día.
Dupuytren se dedicó al estudio de éste y muchos otros padecimientos. Describió una técnica para la resección de la contractura fundamentada en su experiencia como anatomista y patólogo, empleando criterios que se oponían a los de la mayoría de sus contemporáneos, defendiendo como concepto fundamental la integridad de los tendones y el compromiso de la aponeurosis palmar como base de la enfermedad.
Asimismo describió la fractura del extremo inferior del peroné que también lleva su nombre  y contribuyó al estudio de la luxación congénita de cadera. Realizó el primer drenaje de un absceso cerebral con trepanación del cráneo. Contribuyó al tratamiento de la tortícolis mediante la sección del músculo esternocleideomastoideo e ideó la enterotomía con su instrumento, el enterótomo de Mickulics, que fue llamado así por quien lo modificó posteriormente. Corrigió la clasificación de las quemaduras en seis grados e ideó la cirugía para el cáncer cervical.
Dupuytren logró establecer una exitosa práctica privada, pero siempre dedicó la mayor parte de su tiempo al trabajo en el Hospital. Aun así, formó una gran fortuna. Donó una parte a la Facultad de Medicina para la creación del Museo Dupuytren de Patología, y otra parte para construir un hogar destinado a médicos de escasos recursos.
Fue miembro de la Academia de Medicina, que presidió en 1824, miembro de la Academia de Ciencias en 1825 y Officier de la Legion d’Honneur. 
El 15 de noviembre de 1833, mientras impartía una clase, tuvo un accidente vascular cerebral que afectó su lenguaje. Al año siguiente tomó sus primeras vacaciones y poco tiempo después, el 8 de febrero de 1835, falleció de tuberculosis en París, a los 58 años, dejando un gran legado de contribuciones a la medicina.

Dupuytren se casó con Geneviève Lambert de Sainte-Olive en 1810, pero se divorciaron en 1826. Juntos, tuvieron un hijo, Adeline, que estaba con Dupuytren cuando sufrió su derrame cerebral. 
Fue enterrado con su ex esposa Geneviève, en el cementerio de Père-Lachaise en París.
Dupuytren fue un genio y es recordado por varias lesiones eponímicas, por sus habilidades, su talento y dedicación, pero también a quien se critica por la forma en que logró su éxito y su lugar en el mundo de la cirugía.
Desde que Dupuytren describió la contractura de la mano (padecimiento que hoy en día lleva su nombre), se han publicado numerosos artículos que han actualizado la información presentada desde finales del siglo XIX. Las bases anatómicas y en parte fisiopatológicas no han cambiado mucho. Actualmente se cuenta con los elementos para identificar la participación de la genética en este padecimiento, pero aun así el completo entendimiento de la enfermedad sigue siendo en parte desconocido.
Durante las últimas décadas se han empleado técnicas de biología molecular para el estudio de diversas enfermedades, incluyendo la contractura palmar de Dupuytren; se han publicado numerosos artículos en los que se describen los factores de crecimiento y los genes que los regulan mediante análisis del ADN. 
Desde las descripciones iniciales del mismo Dupuytren, las de Adams después de 1879 y más de 100 artículos publicados antes de 1900, se presentaron las características fundamentales de la contractura palmar, la asociación a factores laborales y su común presentación en la población del norte de Europa. Las características principales continúan vigentes a la fecha, fundamentadas en las descripciones originales; continúa el patrón de presentación prácticamente sin cambios y, a pesar de tanto tiempo dedicado a la investigación de esta enfermedad, incluso con el desarrollo tecnológico y la aplicación de las más avanzadas tecnologías, todavía no se han podido resolver dos grandes conceptos: su causa y su cura.


*  Juan Manuel Fernández Vázquez - Luis Justino Fernández Palomo
    Anales médicos - Hospital ABC - Vol. 49, Núm. 3; Jul. - Sep. 2004 pp. 156 - 158
*  Romina A Parquet -  Sanatorio San Lucas - Buenos Aires - Argentina

No hay comentarios.:

Publicar un comentario