lunes, 24 de febrero de 2025

DR. FREDERICK SANGER

Frederick Sanger fue la cuarta persona del mundo en recibir dos premios Nobel, tras Marie Curie, Linus Pauling y John Bardeen, uno en 1958 por determinar la secuencia química de la insulina y otro en 1980 por sus técnicas de secuenciación de los elementos que componen el ADN, material del que están hechos nuestros genes. 
Sin embargo, por su carácter modesto y aversión a hablar más allá de los círculos científicos, resulta menos conocido que otros científicos del siglo XX. 
Sus técnicas se siguen utilizando en laboratorios para diagnóstico y tratamiento de enfermedades hereditarias.
Sanger nació el 13 de agosto de 1918 en Rendcombe, Gloucestershire, Inglaterra, segundo hijo de Frederick Sanger, médico y su esposa Cicely, una familia cuáquera, una rama del cristianismo que se distingue por su austeridad. 
Hijo de médico y descendiente de ricos industriales, estudió en la Bryanston School y en el St. John's College de Cambridge, donde se licenció en Ciencias Naturales en 1939. 


Quedó huérfano al empezar la carrera. La herencia familiar le facilitó el acceso a los programas doctorales del Instituto Dunn de Bioquímica, que era por entonces una disciplina en auge.
Mientras Sanger cursaba el doctorado (1940-43), el prestigioso fundador del Instituto, F.G. Hopkins, que contribuyó sustancialmente al estudio del metabolismo, se jubiló y fue sustituido por Charles Chibnall, quien estableció en el Instituto una línea de investigación orientada a la estructura de proteínas. La llegada de Chibnall facilitó a Sanger comenzar un proyecto centrado en la identificación de los aminoácidos de la insulina y determinar su orden dentro de la molécula.
Su progreso y ascensión en el Instituto fueron meteóricos. 
En 1949, demostró que la insulina y todas las proteínas en general son uniones de largas cadenas formadas por secuencias – sucesiones lineales – de aminoácidos. La naturaleza de las proteínas había suscitado un intenso debate en la comunidad científica durante las décadas precedentes, por lo que afirmar que estaban formadas por secuencias generó un impacto considerable. Y solo seis años después, en 1955, Sanger sorprendió al mundo publicando la secuencia completa de la insulina.
Este descubrimiento y posterior Premio Nobel, le valió a Sanger la admiración y el interés de los biólogos moleculares, que ya eran un grupo de científicos en auge en el Reino Unido. 
En 1953, en el Laboratorio Cavendish de Cambridge, dos de estos biólogos moleculares, James Watson y Francis Crick, habían determinado la estructura en doble hélice del ADN, sugiriendo que los genes estaban formados por esta molécula. 
Hasta entonces se creía que el material genético eran proteínas, pero la doble hélice y otros descubrimientos posteriores establecieron que el ADN era el encargado de sintetizar proteínas dentro de la célula que, a su vez, se encargan de regular las distintas funciones vitales. Además, la secuencia de nucleótidos o unidades químicas del ADN determinaba la secuencia en que los aminoácidos se sintetizaban para formar las cadenas proteicas.
El Laboratorio Cavendish poseía también tradición en la investigación de la estructura de proteínas, y Crick sugirió a Sanger que se incorporara al proyecto de determinar los mecanismos por los que el ADN sintetizaba proteínas mediante el llamado «código genético». 
Sanger aceptó la oferta y en 1962 se trasladó al nuevo Laboratorio de Biología Molecular de Cambridge, un centro construido para potenciar la investigación en genética molecular. Allí, Sanger trabajó inicialmente en ARN – la molécula que intermedia entre ADN y proteínas en los procesos de síntesis – y, a partir de finales de los 60, en secuenciar ADN. Los primeros resultados aparecieron entre 1975 y 77, con dos técnicas novedosas que permitían determinar secuencias de hasta 300 nucleótidos.
Sanger aplicó estas técnicas al ADN de varios virus y se jubiló en 1983, tres años después de conseguir su segundo Premio Nobel.
A partir de entonces, Sanger asistió desde su domicilio a las afueras de Cambridge a los primeros debates para secuenciar el genoma humano. Una vez establecidas las técnicas, consideró que era labor de otras personas aplicarlas a grandes moléculas de ADN. Así, mientras sus métodos se automatizaban y el Proyecto Genoma Humano arrancaba en 1990, Sanger se dedicó a la jardinería – su otra gran pasión – y permaneció ajeno a los egos y rivalidades que se multiplicaron a lo largo de esa década. 
El Instituto Sanger, construido cerca de Cambridge y en el que se secuenció un tercio de los 3000 millones de nucleótidos del genoma humano, se denominó así en su honor.
En una ocasión, Sanger afirmó que «de las tres principales actividades involucradas en la investigación científica, pensar, hablar y hacer», él prefería la última. 
Sanger recibió la medalla y el premio Corday-Morgan de la Chemical Society en 1951. 
En 1954 se convirtió en miembro de la Royal Society y del King's College de Cambridge. 
Fue miembro honorario extranjero de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, miembro honorario de la Sociedad Estadounidense de Químicos Biológicos, miembro de las Academias de Ciencias de Argentina y Brasil, miembro honorario de la Sociedad Bioquímica Japonesa y miembro correspondiente de la Asociación Química Argentina.
En 1940 se casó con Margaret Joan Howe; tuvieron dos hijos y una hija.
Tras concluir el Proyecto Genoma Humano, entre 2000 y 2003, se ha hablado mucho de las aplicaciones de la secuencia resultante. Así, mientras los nuevos mega-proyectos de secuenciación han abandonado los métodos de Sanger por los denominados NGS (New Generation Sequencing) el diagnóstico genético, una de las principales aplicaciones de la genómica, se realiza con métodos clásicos. El sentido práctico y silencioso de Sanger parece todavía permear en estos laboratorios frente a las promesas de secuenciar más y más genomas.
El Dr. Sanger murió el 19 de noviembre de 2013 en Cambridge.

* Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM)
* The Nobel Prize

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