William Chester Minor, el madman, nació en Ceilán, (Sri Lanka) el 22 de junio de 1834, a donde sus padres, misioneros protestantes descendientes de la segunda oleada de puritanos llegada después del Mayflower, se habían trasladado desde Boston para fundar una misión.
Su madre falleció cuando tenía tres años y su padre se casó de nuevo en Colombo en 1839.
Creció en contacto con la población indígena y acompañó a los misioneros norteamericanos en sus incursiones evangelizadoras por el sudeste asiático hasta Singapur, Bangkok, Rangún y la isla de Penang.
En su infancia en Ceilán, William aprendió, además del cingalés, otras varias lenguas como el birmano, el hindi, el tamil y varios dialectos chinos.
A los 13 perturbado por pensamientos lascivos que nunca le abandonarían, lo envían sus padres a New Haven con su tío Alfred para estudiar medicina en Yale donde se gradúa años después como cirujano. Es contratado como médico del ejército que, en plena guerra civil, lo destina al frente.
Asiste como cirujano a las batallas de Gettysburg y de Wilderness, donde debe afrontar los horrores de una matanza para la que no estaba preparado. Había 150.000 irlandeses luchando en las fuerzas de la Unión que habían llegado de Irlanda hacía pocos años huyendo de la hambruna, ansiosos por adquirir entrenamiento militar para volver a su país para luchar contra el “odiado inglés”.
Con la guerra casi finalizada, muchos de estos irlandeses desertaban porque su simpatía inicial por el país de acogida se había desvanecido al ver que los esclavos liberados iban a ser sus competidores por los puestos de trabajo disponibles en la inminente paz.
Minor, tuvo que cumplir como médico la orden de marcar la D de “desertor” con un hierro al rojo, en la mejilla de uno de esos irlandeses desertores. Esa “D”, pensaba Minor, impediría a ese hombre volver a su tierra y luchar como revolucionario y también trabajar en América y con certeza, le contaría a sus compañeros revolucionarios que un médico americano, él, era enemigo de los irlandeses y estos se vengarían.
Esa “D” lo atormentaría toda su vida y aparecería más adelante como uno de los temas principales de su delirio persecutorio.
Después de la guerra ejerció como capitán médico en la isla Governors donde mientras atendía con valor una epidemia de cólera (traída por los irlandeses emigrados a la isla de Ellis) pasaba las noches en los prostíbulos de la cercana costa.
Es en ese tiempo cuando comienza a presentar sus primeros síntomas por lo que es trasladado a una fortaleza aislada de Florida donde sus quejas de ser espiado por los soldados se hacen lo bastante evidentes como para ser ingresado en un hospital para soldados y marinos “lunáticos” en Nueva York, donde es diagnosticado de monomanía delirante y dado de baja en el ejército con derecho a pensión. Después de 18 meses ingresado es dado de alta y se embarca para Londres con sus libros, sus acuarelas (era un excelente pintor) y su revólver. Vive en una pensión humilde de su paga de oficial retirado.
Una noche, un trabajador que acudía de madrugada a su trabajo, muere por un disparo de Minor. Detenido sin ofrecer resistencia y juzgado poco después, es en el juicio donde se revela toda su sintomatología que se había mantenido silenciosa amparada en su aspecto de gentleman y sus modales refinados.
Minor, afirmó en el juicio, que de noche, siempre de noche, asaltaban su habitación varios hombres, sobre todo patriotas irlandeses que metían veneno en su cuerpo mediante un embudo con la finalidad de envenenarlo. La patrona de su pensión, declaró que Minor le pedía informaciones sobre posibles huéspedes irlandeses y le exigía que no los admitiese.
Un policía informó que meses antes del crimen había denunciado en su comisaría que hombres irlandeses asaltaban de noche su habitación para asesinarlo. El tribunal llegó a la conclusión de que Minor había despertado esa noche con la sensación de que había alguien en su habitación, que lo oyó huir, que salió en su persecución con su revólver y que confundiéndolo con el caminante que se dirigía a su trabajo, disparó, sobre él.
Declarado inimputable, fue condenado a 38 años e ingresado en el Asylum for the Criminally Insane de Broadmoor (aún hoy en funcionamiento) donde dispuso de dos habitaciones que, gracias a su pensión, llenó de libros y revistas a las que se subscribió.
Contestó a la petición de ayuda de James Murray y pasó los siguientes 20 años de encierro remitiendo a Murray miles y miles de notas de lectura sin que nadie sospechara que ese extraordinario colaborador que remitía sus textos desde Broadmoor, era un loco asesino ingresado en un manicomio (pensaban que era un médico del Asylum).
Cuando al fin, Murray decidió visitar en Broadmoor a su colaborador para agradecerle su trabajo y descubrió quien era realmente el doctor Minor, mantuvo su respeto y admiración por su trabajo, iniciando una larga amistad y consiguiendo que Winston Churchill, ministro encargado de esos asuntos en 1910, firmara su libertad y le permitiera volver a Estados Unidos donde, también en asilos, pasó los últimos años de su vida.
En sus años en Broadmoor, la conducta psicótica de Minor no mejoró sin que su estado impidiese su trabajo en el diccionario.
Las anotaciones clínicas de esos años muestran que siguió “defendiéndose“ de los irlandeses que entraban de noche en su cuarto con las intenciones de siempre. Poco tiempo antes de su liberación, Minor, que seguía perturbado por sus ideas lascivas, con una pequeña navaja que le habían autorizado para abrir las páginas de sus libros, se cortó el pene empleando sus conocimientos anatómicos y quirúrgicos y quemó la parte amputada para liberarse al fin de esas imágenes recurrentes.
Llevaba meses planeando ese acto redentor y expiatorio alentado por un resurgir de su antiguo y olvidado fervor religioso. Su mutilación, técnicamente correcta, no le dejó otras secuelas que las de la propia mutilación y alguna dificultad a la hora de orinar.
William Chester Minor murió el 26 de marzo de 1920.
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