Profesor universitario, zoólogo, anatomista, biólogo y fisiólogo aleman nacido el 2 de noviembre de 1787 en Schwäbish-Gmünd, Württemberg conocido sobre todo por la disputa sobre la interpretación del temprano fósil Neandertal 1, con Hermann Schaaffhausen.
Estudió medicina en la ciudad vecina de Tübingen.
A partir de 1812, año en el que consiguió su doctorado, se hizo prosector (el que se encarga de preparar las disecaciones) al año siguiente, en Berna, y en 1815 trabajó como profesor de anatomía patológica y de fisiología en dicha ciudad, hasta que en 1819 ejerció el mismo rol en la Universidad de Bonn (donde se hizo compañero de profesión de Hermann Schaaffhausen, tras aceptar la invitación que le ofreció la universidad.
Ejerció como tal hasta 1856, cuando se retiró y relegó su puesto a Maximilian Johann Sigismund Schultze (1825-1874) y Hermann Ludwig Ferdinand von Helmholtz (1821-1894).
Mayer fue un principal partidario y defensor de la doctrina creacionista cristiana.
Además, publicó más de 145 escritos, la mayoría continuando la tradición de la filosofía natural, por lo que fue un prolífico escritor, aunque la mayoría de ellos cayeron en el olvido.
Murió el 9 de noviembre de 1865 en Bonn (Reino de Prusia).
Empleó por primera vez la palabra Histología (del griego histos: tejido; logos: estudio) en el título de su obra "Ueber Histologie und Eine Neue Eintheilung der Gewebe des Menschlichen Körpers" (1819). Pese a que en el texto no vuelve a hacer referencia a ella ni existe información histológica alguna, podría aventurarse que, a partir de entonces, la Histología pasó a ser una disciplina académica por derecho propio.
Junto a los Drs. Georges André Hauser, Hermann Küster y Karl Freiherr von Rokitansky, describió una rara anomalía congénita del tracto genital. Se desconoce su etiología. Generalmente se presenta como amenorrea primaria en mujeres adolescentes, con genitales externos y crecimiento normales. Puede asociar otras alteraciones, especialmente a nivel genitourinario. Es preciso realizar pruebas de imagen para confirmar el diagnóstico. No existe consenso en cuanto al tratamiento más adecuado. Exige un manejo multidisciplinar y requiere un correcto asesoramiento y apoyo psicológicos, dado el importante impacto que causa en la esfera psicosocial, tanto de la paciente como de sus familiares (Sindrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser).
En agosto de 1856 se descubrieron restos humanos en una cueva, conocida como Kleine Feldhofer, situada en una cantera de caliza en Erkrath, Alemania, a unos 12 kilómetros de Düsseldorf. La cueva se encontraba en la pared sur de un pequeño barranco del valle Neander que recorría el río Düssel. El barranco se extendía de este a oeste durante casi un kilómetro, con unos 60 metros de profundidad. La cueva Kleine Feldhofer estaba a unos 20 metros de altura en la pared sur del barranco. Los restos se descubrieron enterrados en el barro del fondo.
Esta gruta, una de las más pequeñas de la pared del barranco, tenía una entrada de 1 metro de altura, y, en el interior, la cavidad llegaba a los 3 metros. La anchura, de pared a pared, era de 3 metros, con una profundidad de unos 5 metros.
En aquellos años, la década de 1850, la demanda de piedra para la construcción iba en aumento y una empresa se estableció en el valle Neander para la extracción de caliza. Lo hizo en la pared sur y en parte de la pared norte, y todas las cuevas y cavidades que encontraron durante su actividad fueron removidas.
Unos trabajadores de la cantera, llamados Alessandro y Luigi, limpiaron la cueva, arrojaron los escombros al fondo del valle y, allí, encontraron y recogieron solo los huesos de mayor tamaño.
Estos restos llegaron a Johannes Carl Fulhrott, de Eberfeld, maestro local y especialista en historia natural, que publicó en la prensa local un relato de cómo ocurrió el descubrimiento, aunque no conocemos en detalle las circunstancias del hallazgo por los obreros.
Esta noticia llegó al Profesor Hermann Schaaffhausen, del Departamento de Anatomía de la Universidad de Bonn, que describió los fósiles poco después, en 1857, y publicó los resultados.
Los huesos eran 15: la parte superior del cráneo o calota, los cúbitos, los fémures, los radios, y fragmentos de la pelvis, una escápula, una clavícula y cinco costillas. Desde entonces, a este ejemplar se le llama Neandertal 1.
Fueron tres las conclusiones con que Schaaffhausen cierra su escrito sobre los fósiles del valle Neander, y merece la pena transcribirlos para entender las ideas de los científicos de aquella época, pocos años antes de la publicación de El origen de las especies, de Charles Darwin, en 1859. Estas fueron las conclusiones:
1.- La forma extraordinaria del cráneo se debe a su conformación natural que hasta ahora no se conocía, incluso en las razas más bárbaras.
2.- La extraordinaria forma de estos restos corresponde a un periodo anterior al tiempo de los Celtas y Germanos, y es con toda probabilidad derivado de algunas razas salvajes de la Europa del noroeste, tal como dicen los escritores Latinos, y que se consideran autóctonas por los inmigrantes Germanos.
3.- Está más allá de toda duda que estas reliquias humanas se pueden seguir hasta un periodo en el que los últimos animales del diluvio todavía existían.
Por aquellos años y en el debate que se suscitó, se llegó a proponer que el cráneo pertenecía a un idiota o, quizá, a un cosaco que llegó en las guerras napoleónicas, hacia 1813, y que, herido, se había refugiado en la cueva y allí murió. Esta historia del cosaco la presentó Franz Mayer, también profesor de Anatomía y en el mismo Departamento de la Universidad de Bonn que Schaaffhausen y que, se cuenta, no se llevaban bien. Mayer declaró que los extraordinarios arcos superciliares del cosaco, que más adelante se vería que eran típicos del Homo neanderthalensis, se debían a que el pobre cosaco había muerto con el ceño fruncido debido a los tremendos dolores que sufría por sus heridas.
Esta es el área donde el espécimen tipo (Neanderthal 1) fue excavado por trabajadores de una cantera en 1856. Está ubicado al este de Erkrath, Alemania, y es mantenida por el cercano Museo Neanderthal. Las varillas son parte de un «jardín arqueológico» y marcan el sitio de excavación de 1997/2000, donde se encontraron restos de la Kleine Feldhofer Grotte (lugar original del descubrimiento, 1856) y piezas fósiles adicionales. La Kleine Feldhofer Grotte era una cueva situada metros más arriba en un acantilado de piedra caliza, que fueron destruidos, acantilado y cueva, por las canteras en el siglo XIX.
Otros restos encontrados años antes en Engis, Bélgica, en 1830, de un niño, y en la cantera de Forbes, Gibraltar, en 1848, de una mujer, se descubrió que eran parecidos y se decidió que eran de la misma especie, después de una controversia apasionada que, en realidad, duró siglo y medio, para decidir si pertenecían al llamado “eslabón perdido”, el último ancestro del Homo sapiens.
Fue William King, anatomista irlandés del Queen’s College de Galway, quien en 1864 revisó la morfología de los huesos de la cantera del valle de Neander y propuso que se trataba de una especie humana hasta entonces desconocida a la que llamó Homo neanderthalensis, es decir, el “hombre del valle de Neander”, en recuerdo del lugar en que se encontraron sus huesos.
Le da el nombre en una nota a pie de página al final de su artículo y cuenta que ya lo hizo público en una reunión de la British Association en Newcastle-upon-Tyne, aunque, añade, en el momento de escribir el artículo dudaba de que perteneciera al género Homo.
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* Ciencia Infusa 2021 - Cuaderno de Cultura Científica - Bilbao, España
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