martes, 13 de diciembre de 2022

DR. SALVADOR MAZZA

Salvador Mazza fue un médico sanitarista argentino, estudioso del mal de Chagas, que dilucidó las etapas de la enfermedad así como el insecto transmisor en Argentina.
Salvador Mazza nació el 6 de junio de 1886, hijo de dos inmigrantes sicilianos de Palermo, Francesco Mazza y Giuseppa Alfise. 
Según algunos biógrafos fue dado a luz en la Ciudad de Buenos Aires, según otros en la localidad bonaerense de Rauch. 
Hizo sus estudios primarios en un colegio salesiano y sus precoces estudios secundarios (ingresó a la edad de 10 años) en el mejor colegio argentino de esa época, el Nacional de Buenos Aires. 
Tras fracasar en su intento de ingresar a la Escuela Naval, en 1903 inició sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Para costear sus estudios trabajó como profesor de latín y francés, empleado de correos, inspector sanitario y participó en campañas de vacunación en la provincia de Buenos Aires. 
Presidió el Centro de Estudiantes de Medicina, donde puso en evidencia su perfil combativo. 
Tradujo estudios científicos y publicó sus primeros trabajos, relativos al empozoñamiento animal y depuración de aguas cloacales, en las revistas del Centro de Estudiantes, Círculo Médico y Jardín Zoológico. 
Entre 1907 y 1908 viajó al sur de Argentina en el buque transporte 1º de Mayo de la Armada Nacional. 
En 1910 fue ayudante de laboratorio de la cátedra de Epidemiología a cargo del Profesor Penna. Ese mismo año recibió el título de médico, doctorándose en 1911 con la tesis Formas nerviosas y cutáneas del aracnoidismo.
Aunque poco se sabe de sus padres (Francesco había llegado a tener una pequeña fábrica de soda), de la falta de urbanidad de Salvador se puede inferir que eran personas poco cultas. Según relata Andrés Ivern, uno de sus profesores de la facultad dijo a su novia Clorinda: "Yo, a tu marido, le voy a enseñar ciencia; vos tenés que enseñarle educación". 
Salvador era de carácter fuerte y decidido, como señala Miguel Jörg, uno de sus principales colaboradores durante muchos años: era un tipo muy ambicioso y muy verticalista en el trato, incluso, un poco militar. Había que trabajar con él como soldado. Se enojaba facilmente, pero también era un hombre racional y sensato. Su hosquedad y falta de diplomacia le causaría posteriormente muchos problemas con colegas, políticos y funcionarios, cuya enemistad provocaba frecuentemente.
Nombrado bacteriólogo del Departamento Nacional de Higiene en 1910, Salvador inició su formación científica en el Instituto Nacional de Bacteriología (hoy parte de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud) bajo la dirección del científico austríaco Rudolf Kraus, uno de los desarrolladores de la vacuna antirrábica. Colaboró exitosamente con Kraus en el desarrollo de una vacuna de dosis única contra el tifus y en la organización del lazareto de la isla Martín García, donde se llevaban en cuarentena a los inmigrantes que llegaban al país durante la epidemia euroasiática de cólera de esa época. Allí aplicó los métodos más recientes recomendados por los organizaciones de higiene pública de la época.
En 1914 contrajo matrimonio con Clorinda Brígida Razori, nacida en 1890 en Rosario (pcia. de Santa Fe), en el seno de una familia acomodada, también de origen italiano. Aunque no completó sus estudios por falta de apoyo de sus padres (en esa época no se consideraba necesario que una mujer tuviese estudios formales), hablaba correctamente inglés, francés e italiano y amenizaba las tertulias familiares con su excelente voz de soprano. Clorinda, que superaba la estatura de Salvador (1,60 m) en 20 cm, se hizo luego cargo eficazmente de su correspondencia, relaciones públicas, escritura a máquina de trabajos y de colaborar con él en todas las tareas a su alcance durante los 32 años de su convivencia. Según sus biógrafos no tuvieron hijos.
Alrededor de 1915 Salvador comenzó a trabajar en el laboratorio del Hospital Militar Central, donde se destacó en la modificación de la vacuna antitífica aplicada a los conscriptos, llegando a ser director del establecimiento. 
En 1916, en plena Primera Guerra Mundial, el ejército lo envió a Alemania para estudiar profilaxis de enfermedades infecciosas. Ese mismo año fue designado profesor de Bacteriología de la facultad donde había estudiado. 
Por esa época conoció a Carlos Ribeiro Justiniano das Chagas, descubridor en su Brasil natal (1909) del parásito causante de la enfermedad que hoy lleva el nombre de ambos; Chagas fue el primero de los dos científicos que dejaría una marca indeleble en su vida. 
En 1920 dejó el Hospital Militar, donde había alcanzado el grado de teniente primero, para ocupar por concurso el puesto de jefe del Laboratorio Central del Hospital Nacional de Clínicas, donde alternaba un estricto control del cumplimiento de tareas de sus ayudantes con prolongados estudios y observaciones al microscopio. Permaneció en ese cargo hasta 1923, cuando renunció para recorrer centros científicos de Europa y África.
En París (Francia) visitó el Instituto Pasteur y la cátedra del Profesor Brumpt. 
En Alemania, la cátedra del Profesor Lubarsch y los institutos de Enfermedades Tropicales y de Quimioterapia de Wassermann. 
En Inglaterra frecuentó a Castellani y Ross. 
Como final de su recorrido fue al Instituto Pasteur de Túnez (entonces colonia francesa) donde conoció al bacteriólogo francés Charles Nicolle, Premio Nobel de Medicina 1928, el segundo científico que tendría una profunda influencia sobre sus actividades. Nicolle, descubridor del organismo transmisor del tifus, inspiraría luego a Mazza para la creación de la Misión de Estudios de Patología Regional Argentina (MEPRA), donde obtendría sus mayores logros. 
De regreso a Buenos Aires en 1925, Mazza fue nombrado jefe del Laboratorio y Museo del Instituto de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de la UBA.
En 1946 Salvador viajó a la ciudad de Monterrey (México) como invitado especial a un encuentro dirigido por el mexicano Aguirre Pequeño. Allí murió de una afección cardíaca entre el 7 y el 9 de noviembre (la fecha varía según el biógrafo), cuando tenía 60 años. No se sabe si falleció a causa de la tripanosomiasis porque en su acta de defunción, que se conserva en el Registro Nacional de la Personas de la Ciudad de Buenos Aires, no consta la causa de su fallecimiento. 
Sus restos yacen en un sepulcro del Cementerio de Olivos declarado monumento histórico por el Concejo Deliberante de Vicente López. 
Por Ordenanza 11342/1997 se bautizó con su nombre al aula magna del Hospital Profesor Bernardo Houssay y a la plazoleta ubicada entre las calles Córdoba, Gramajo Gutiérrez y Colectora de Villa Martelli. 
Su esposa Clorinda continuó viviendo hasta su muerte (30 de diciembre de 1952) en una casona del barrio de Belgrano, propiedad de un matrimonio amigo. Se dice que nunca pudo conseguir una pensión del Estado Nacional y que para subsistir tuvo que vender parte de la biblioteca personal de su esposo: archivos científicos, instrumental de laboratorio, muebles y un desvencijado automóvil. El resto fue rematado luego de su muerte, desconociéndose su destino.

Enfermedad de Chagas
Chagas inspiró a Mazza a profundizar el estudio, en Argentina, de la enfermedad (tripanosomiasis) contagiada principalmente por la vinchuca y causada por el Trypanosoma cruzi. 
En una carta profética que el primero escribió al segundo en 1928, le decía:
"Hay un designio nefasto en el estudio de la tripanosomiasis. Cada trabajo, cada estudio, apunta un dedo hacia una población malnutrida que vive en malas condiciones; apunta hacia un problema económico y social que a los gobernantes les produce tremenda desazón, pues es testimonio de su incapacidad para resolver un problema tremendo. No es como el paludismo un problema de bichitos de la naturaleza, un mosquito ligado al ambiente o, como lo es la esquistosomiasis, relacionada a un factor ecológico casi inalterable o incorregible. Es un problema de vinchucas que invaden y viven en habitaciones de mala factura, sucias, con habitantes ignorantes, mal nutridos, pobres y envilecidos, sin esperanzas ni horizonte social y que se resisten a colaborar. Hable de esta enfermedad y tendrá a los gobiernos en contra. Pienso que a veces más vale ocuparse de infusorios o de los batracios que no despiertan alarmas a nadie".
Chagas cometió el error de asignar al parásito protista Trypanosoma cruzi el origen no sólo de los problemas cardíacos de los infectados, sino otros —como el bocio y el cretinismo, identificados recién varios años después como un problema de deficiencia de iodo— concurrentes pero sin relación con él (véase Telleria & Tibayrenc, p. 13). Esto lo desprestigió ante la comunidad científica nacional e internacional, al punto que durante muchos años no se reconoció como enfermedad a la infección con trypanosoma (tripanosomiasis americana). 
Mazza, que vivió en una Argentina donde no habían políticas sanitarias generales, tuvo problemas similares pero agravados por las connotaciones sociales y políticas de sus denuncias.

Pueblo Salvador Mazza en la Provincia de Salta, Argentina


MEPRA
Cuando conoció a Mazza, Nicolle le había manifestado su interés por conocer la campiña argentina porque preveía encontrar allí enfermedades como brucelosis y leishmaniosis. Mazza logró que las autoridades de la Facultad de Medicina invitaran a Nicolle en 1925 y lo acompañó a Jujuy en el mes de octubre, donde fueron recibidos por el gobernador Benjamín Villafañe Chaves y por el director del Consejo de Higiene, Ricardo Alvarado. En un enfermo del Hospital San Roque de la capital jujeña, Nicolle logró identificar al protozoo Leishmania brasiliensis, causal de la leishmaniasis cutánea americana. Fue entonces que Nicolle le dijo:
"Aquí, en este remoto punto del país, deben ustedes fundar vuestro instituto y evitarán así que el fárrago de la metrópolis, con sus intrigas e intereses dominanes, ahogue el propósito de la institución y desvíe a los hombres de su empeño; además, porque la semilla está plantada por Guillermo Paterson, el primer especialista argentino en malaria".
El primer paso dado por Mazza fue la constitución de la filial Jujuy de la Sociedad Argentina de Patología Regional, la primera de ese tipo en esa provincia, presidida por Guillermo Paterson. Continuó, luego, con la fundación de las filiales de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Corrientes. 
El 26 de febrero de 1926 el rector de la UBA, José Arce, con apoyo del catedrático Gregorio Aráoz Alfaro, presentó al Concejo Universitario el proyecto de creación de un instituto de investigación en la capital jujeña bajo la dependencia de la cátedra de Clínica Quirúrgica. El gobernador Villafañe apoyó el proyecto donando un local en los suburbios de la ciudad y $ 30.000 para los gastos de instalación. 
Este fue el comienzo de la Misión de Estudios de Patología Regional Argentina (MEPRA), cuyo isotipo era una vasija cerámica diaguita. Sus funciones fueron múltiples: asistenciales (diagnóstico, tratamiento, vacunación…), de investigación (relevamiento epidemiológico, cirugía experimental…), docentes y de extensión universitaria.
En algún momento no identificado se hizo construir un vagón ferroviario de trocha angosta (la del Ferrocarril Central Norte que unía la Ciudad de Buenos Aires con Jujuy y Bolivia), el E 600, equipado con consultorio, laboratorio, jaulas para animales y alojamiento para los científicos. El E 600, el primero de su tipo en Argentina, recorrió gran parte del país en cumplimiento de las funciones de la MEPRA.
En 1926 Mazza detectó un perro infectado con T. cruzi y en 1927 diagnosticó el primer caso agudo de la enfermedad en Argentina
En la década de 1930 se diagnosticaron centenares de enfermos, se confirmaron vectores como la vinchuca y otros animales como el armadillo, se estudiaron la epidemiología y la patología de la enfermedad. 
La dictadura del general José Félix Iriburu, que depuso al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen el 6 de septiembre de 1930, suspendió en 1931 la financiación de la MEPRA. Mazza logró mantener su funcionamiento con donaciones y aportes personales.
En 1930 la institución inició la publicación de su boletín científico, que llegó a tener 72 números, con trabajos donde abundaban las fotografías y figuras, con historiales clínicos y descripciones histológicas y anatomopatológicas de los estudios y tratamientos hechos a los pacientes. 
Hasta 1944 el boletín de la MEPRA publicó 551 artículos, 482 de los cuales fueron escritos por Mazza, llegando a sumar unas 1.000 páginas. Se recopilaron los primeros 1.000 casos agudos de la enfermedad de Chagas, pero también estudios de la leishmaniasis, incluyendo los más severos casos de Kala-Azar americano y el único conocido entonces de la variante cutánea Botón de Oriente en Jujuy. 
Se hicieron mapas de la distribución geográfica de la vinchuca y los índices de infestación domiciliaria. Mazza detectó la existencia de fiebre amarilla en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), alentó el estudio entomológico del transmisor de la leishmaniasis cutánea natural en el perro y el caballo y de la transmisión del Trypanosoma cruzi en animales salvajes.
Los trabajos de la MEPRA se presentaron en congresos científicos, algunos de los cuales fueron organizados por la propia institución. En 1935, por ejemplo, organizó uno en homenaje a Carlos Chagas, fallecido el año anterior. 
El Sexto Congreso Nacional de Medicina de 1939 tuvo como tema principal a la tripanosomiasis y recién entonces los médicos argentinos se convencieron de la existencia de la enfermedad, de sus estadios, síntomas y causas, así como de la identidad del insecto que era el principal responsable de su propagación y carácter endémico. Todavía hoy la pobreza sigue siendo la principal responsable de la propagación de la enfermedad, la mayoría de cuyas víctimas ni siquiera tienen diagnóstico.
En 1937, en base a los informes que el propio Mazza le entregó en mano en una visita que realizó a la provincia de Jujuy, el senador nacional Alfredo Palacios presentó su proyecto de ley de Plan Sanitario y Educativo de Protección a los Niños. 
Los esfuerzos de Mazza y de Palacios chocaron con la indiferencia de la comunidad médica y política, y el rechazo activo de los grandes terratenientes. Contribuyó a lo último la identificación por Mazza de las condiciones insalubres de los ranchos (en cuyos techos de paja proliferaban las vinchucas) como uno de los factores cruciales de la propagación de la tripanosomiasis. 
Entre 1937 y 1943 se hicieron expediciones a varias regiones de Bolivia, donde se encontraron vinchucas infectadas con T. cruzi en el 22% de los casos de la enfermedad en Vitichi y Potosí y en 50% de los de la localidad de Molle Grande. Mazza y sus colaboradores viajaban a caballo, en sulky o en automóvil.
En 1942 se contactó con el escocés Alexander Fleming con el objeto de organizar la producción de penicilina en Argentina y un año después obtuvo junto a su equipo la primera producción argentina de tal antibiótico. Sin embargo el gobierno de entonces ignoró los descubrimientos y esfuerzos de Salvador Mazza y le negó apoyo económico, pese a que la producción extranjera de penicilina tampoco estaba disponible ya que se utilizaba casi en su totalidad para atender las necesidades en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial.
La MEPRA —entre cuyos científicos se contaron Flavio Niño, Miguel Jörg, Salomón Miyara, Cecilio Romaña (quien identificó a la conjuntivitis esquizotripanósica unilateral como uno de los primeros síntomas de la fase aguda de la enfermedad), Guillermo Paterson, los hermanos Germinal y Redento Basso, Canal Feijoo y Carlos Alberto Alvarado —funcionó sin interrupciones en Jujuy hasta el año 1946, cuando se trasladó a la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de La Paternal.
En ese momento Mazza era profesor honorario y director honorario del laboratorio del Instituto de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de la UBA, secretario local para la Argentina de la Real Sociedad de Medicina Tropical de Londres, miembro correspondiente de la Sociedad de Patología Exótica de París (cuyo reconocimiento de sus trabajos le valió reconocimiento internacional) y director de la Sociedad Argentina de Patología Regional.
Salvador Mazza falleció de un infarto cardíaco mientras se encontraba participando de un congreso médico en Monterrey, México, el 9 de noviembre de 1946.​ Aunque hubo versiones de que fue a causa de la tripanosomiasis en la forma cardíaco-crónica, no hay constancia de ello en el acta de defunción, que se conserva en el Registro Nacional de las Personas de la Ciudad de Buenos Aires. 
Fue sepultado en el cementerio de Olivos, en la provincia de Buenos Aires.
En homenaje a su memoria, la ciudad más septentrional de Argentina lo recuerda con el nombre de Profesor Salvador Mazza, luego de que se creara la municipalidad de Salvador Mazza por ley 1359 del 20 de septiembre de 1951.
Luego de su muerte la Misión fue conducida interinamente por Miguel Eduardo Jörg (1946), Alberto Manso Soto (1946-1955), Flavio L. Niño (1955) y Guido A. Loretti (1955-1959), sin llamado a un concurso de méritos. 
El 16 de mayo de 1959, aduciendo razones presupuestarias, una resolución del Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires disolvió la institución sin tomar los recaudos necesarios para la preservación de su patrimonio científico. Se perdieron gran parte de los preparados, fotografías e informes científicos de lo que fue en su momento el centro de estudios de endemias regionales más importante de Sudamérica, causando un vacío irreparable en la historia de la enfermedad de la enfermedad de Chagas - Mazza y otras menos conocidas. 
El vagón E 600 de la MEPRA permaneció a la intemperie en la estación de Boulogne hasta que en 1950 el gobierno nacional lo remató en una cifra irrisoria.

* ECYT-AR ( Enciclopedia de Ciencias y Tecnologías en Argentina) 
* Ciencia

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