Pierre Royer fue un maestro de la pediatría francesa e internacional en el sentido más amplio del término.
Nació en el Ditrito 11 de París, el 13 de junio de 1917.
Durante varias generaciones, fue un médico y un investigador ejemplar, dos cualidades que combinó con gran exigencia, perseverancia y lucidez. Ya en los años cincuenta, comprendió que era necesario un nuevo estilo de pediatría basado en una sólida investigación biomédica.
La sola tradición clínica francesa se volvía incapaz de renovar el pensamiento a la cabecera del paciente sin un enfoque fisiopatológico de las enfermedades y, puesto que se trataba de pediatría, habría que añadir sin una referencia constante al desarrollo biológico y también psicoafectivo del niño.
La carrera médica de Pierre Royer se inscribe en una importante evolución contemporánea de la medicina francesa: la instauración de la práctica hospitalaria a tiempo completo, que equipara por fin la práctica hospitalaria universitaria a la de los países anglosajones, y la creación de la investigación biomédica en el marco del Institut National de la Santé, que más tarde se convertirá en el Inserm.
Esta carrera se desarrollaría en torno al Hôpital des Enfants-Malades, como continuación de la obra de su maestro, el profesor Robert Debré.
Tuvo lugar al mismo tiempo que los profundos cambios en el sistema médico, liderados por otras grandes personalidades como Jean Hamburger, Jean Bernard, Jean Dausset y René Fauvert.
Estos hombres trajeron consigo una nueva generación de médicos ávidos de comprensión, preparados para la investigación y preocupados por una ética que sustentara su trabajo en las nuevas instituciones que se desarrollarían a partir de los años cincuenta y darían un nuevo impulso a la medicina francesa.
Las primeras series de estudios clínicos que marcaron la época pionera, como le gustaba señalar a Pierre Royer, se referían al estudio de los trastornos de la sed, la alcalosis con hipopotasemia, el tratamiento de la diabetes mellitus con dieta libre, el inicio del estudio de la insuficiencia tubular renal y la fisiología de la filtración glomerular en recién nacidos prematuros y a término.
Algunos de estos trabajos fueron el punto de partida de varios libros que durante mucho tiempo se han considerado autorizados: "Les insuffisances congénitales du tubule rénal" con A. Prader, "Les maladies héréditaires du métabolisme" con M. Lamy y J. Frézal y "Les diarrhées du nourrisson" con N. Masse.
Al mismo tiempo, organizó un seminario sobre el metabolismo del calcio, que influyó decisivamente en la orientación de algunos proyectos de investigación.
Fue el padre fundador de la nefrología infantil.
La competencia y originalidad de su escuela le valieron rápidamente la aprobación de los pediatras del extranjero, en particular de Estados Unidos.
Desde hace mucho tiempo, algunas obras son autorizadas: descripción de las lesiones del síndrome hemolítico urémico, los síndromes nefróticos adquiridos y congénitos, la insuficiencia tubular, la osteodistrofia renal y la oligomeganefronía.
En 1973 publicó, junto con sus colegas más cercanos, el primer "Précis de néphrologie pédiatrique". Como prolongación lógica de esta prolífica investigación clínica, creó la primera unidad europea de hemodiálisis y trasplante renal para niños.
La endocrinología pediátrica estaba en pañales en los años sesenta.
Entre los grandes nombres de esta disciplina, junto a A. Prader en Suiza y L. Wilkins en Baltimore, Pierre Royer aportó una vez más una contribución original a este campo.
Sus trabajos abarcaron el hipoaldosteronismo hereditario, la hipercalciuria idiopática con enanismo, la deficiencia de la hormona del crecimiento y los trastornos metabólicos asociados a la insuficiencia tiroidea.
Su interés por los trastornos del metabolismo del calcio le llevó a escribir, con P. Fourman, una obra largamente consultada titulada "El metabolismo del calcio y la perdición". Esto le llevó a centrarse en el desarrollo del esqueleto, tanto desde el punto de vista de la biología del crecimiento como por ser un órgano profundamente implicado en la homeostasis del calcio.
Nombrado jefe de departamento en 1967, organizó su departamento en una vasta unidad multidisciplinar, dando a sus alumnos plena responsabilidad en varios sectores. De este modo, allanó el camino para el desarrollo de la pediatría hospitalaria hacia la subespecialización necesaria para el progreso del pensamiento clínico y el establecimiento de una investigación estructurada y competitiva a escala internacional.
Evidentemente, la base común de esta acción era la referencia al desarrollo desde la vida intrauterina hasta la edad adulta.
Gracias a Pierre Royer, la pediatría había encontrado el hilo conductor que abría las apasionantes puertas de la investigación.
Esta investigación, inicialmente clínica, se volvió rápidamente más biológica.
Incluso hoy en día, cuando reinan los enfoques moleculares y celulares, este periodo, todavía a menudo descriptivo pero ya fuertemente impregnado de reflexión fisiopatológica, sigue siendo un punto de referencia necesario para comprender las principales entidades patológicas y los procesos fisiológicos fundamentales.
Naturalmente, fue nombrado director de una unidad del Inserm, donde organizó estudios coordinados sobre el riñón en crecimiento, fisiología renal, biología del crecimiento y receptores hormonales polipeptídicos, metabolismo de la vitamina D y farmacología.
A lo largo de una decena de años, los más fértiles y apasionantes, numerosos médicos e investigadores pasaron por esta escuela y posteriormente fueron puestos al frente de nuevas unidades o departamentos en Francia y en el extranjero.
Este legado ha llevado la pediatría y la biología del desarrollo al más alto nivel. Siempre exigente y crítico, estaba justificadamente orgulloso de ello.
Comprendió que la aparición de una medicina cada vez más técnica y compleja, pero también más eficaz, debía ir acompañada de un esfuerzo necesario por comprender al niño enfermo y su entorno. Cinette Raimbault y sus colegas fueron los encargados de esta tarea, que él quería que fuera ante todo un proyecto de investigación.
El enfoque psicoanalítico de la relación médico-paciente requería la confianza y el apoyo del equipo médico y del personal de enfermería. Pierre Royer supo dar el impulso necesario para sensibilizar a la opinión pública sobre los problemas psicológicos que rodean a los niños con enfermedades crónicas y abordar el tema, doloroso pero necesario, de «los niños y la muerte».
La grandeza de este médico consistió en ser capaz de combinar la biología y las ciencias humanas en un mismo lugar en beneficio de los niños enfermos.
Visionario, luchó denodadamente por la aparición de la investigación pediátrica. Generoso y ambicioso, no pudo sustraerse a la atracción de las grandes responsabilidades nacionales e internacionales. Presente allí donde lo consideraba necesario, quiso alejarse de los honores excesivos y de las cargas administrativas que corrían el riesgo de aislarle del terreno, el Hôpital des Enfants-Malades, donde creó un departamento médico pediátrico pionero.
A menudo decía que el tiempo que pasó en el Comité consultivo de la investigación científica y técnica (1965-1970) fue el mejor de su vida profesional. Allí defendió con éxito la posición de las ciencias biológicas y médicas.
Más tarde fue asesor de la DGRST. Al mismo tiempo, fue respetado y escuchado como Presidente del Consejo Científico del Inserm. La fuerza de su personalidad y su excepcional capacidad para captar el futuro del mundo biomédico le llevaron a ser Presidente del Consejo de Administración del Instituto Pasteur (1973-1981).
Junto con Jacques Monod y François Jacob, desempeñó un papel clave en el cambio de rumbo de esta institución.
Junto con François Gros, fue responsable de la redacción del informe de 1979 sobre «Ciencias de la vida y sociedad», que llamaba la atención de la opinión pública sobre los avances de la biología, el auge de las biotecnologías y los problemas sociales que planteaban.
La universidad no le era indiferente. En 1976 aceptó la presidencia de la Comisión Interministerial para Asuntos Hospitalarios y Universitarios.
Incansable y omnipresente, creó la Asociación France Hypophyse, organizó con G. David el CECOS que hizo posible el desarrollo de la inseminación artificial en Francia, y con A. Boué desarrolló las estructuras necesarias para el diagnóstico prenatal precoz.
En 1983 fue nombrado director del Centre International de l'Enfance, creado por Robert Debré y se convirtió en el instrumento de nuestra acción en favor de los niños desfavorecidos, en particular en las regiones más pobres del mundo. Esto le llevó a comprometerse enérgicamente con las cuestiones éticas planteadas por los avances de la medicina infantil, como se refleja en un libro que ha seguido siendo indispensable en Francia, "Ethique et pédiatrie".
También se le iba a pedir que formara parte del Comité Nacional de Ética.
Esbozó claramente tres situaciones que debían definirse en el caso concreto de la vida prenatal y la infancia: la simple acción terapéutica (o abstención terapéutica) con la noción de consentimiento informado por parte del menor, los ensayos terapéuticos y la investigación científica sin beneficio individual directo. Por ello, parece de justicia repetir algunos de sus comentarios, cuya pertinencia no ha sido cuestionada:
"Se ha establecido así que muchos problemas de moral, ética y jurisprudencia son problemas relacionales. La personalidad de cada individuo se enfrenta al discurso colectivo. La evolución de nuestras sociedades demuestra que, cualesquiera que sean los trastornos, las tecnologías definen la moral y las normas del futuro. Los símbolos de la vieja sociedad no han resistido el motor de combustión interna, la cadena del frío o la píldora Pincus. Y así, una y otra vez, con cambios, giros, reveses y aceptaciones inesperadas, la medicina infantil -en sus cuidados, ensayos terapéuticos e investigación- acabará adaptando sus símbolos culturales a sus nuevas tecnologías".
Tantas responsabilidades nunca mantuvieron a Pierre Royer alejado de los hospitales y la investigación. Muchas personas encontraron en él el consejo decisivo, el consuelo y la ayuda que esperaban ante las dificultades de la época, la intolerancia de todo tipo y los crueles exilios. Su influencia era casi fascinante, y siempre escuchaba con atención y espíritu crítico. Sabía mostrarse sorprendentemente disponible, a veces con impaciencia, para permitir que se produjera un intercambio de puntos de vista tan valioso.
Falleció el 20 de enero de 1995, a los 77 años, en el Distrito 15 de París.
La pediatría y la investigación biomédica francesas recordarán a Pierre Royer como uno de los grandes nombres del progreso y del humanismo de la segunda mitad de este siglo.
* Raphaël Rappaport (Professeur des universités, hôpital des Enfants-Malades, 149, rue de Sèvres, 75015 Paris, France) - Mëdecine/Sciences - 1995
* Ciencia
No hay comentarios.:
Publicar un comentario