Nació el 7 de julio de 1792 en Puente de San Miguel, Santander, España. Su padre era cirujano. Realizó sus primeros estudios en la escuela del pueblo y el bachillerato en el Colegio de los Padres Escolapios de Villacarriedo.
Durante la guerra de la independencia estuvo atendiendo a soldados como practicante de la Sección Militar del Hospital de San Rafael, de Santander. Formó parte del Batallón Tercero de Tiradores de Cantabria. De esta etapa le quedó una lesión en el pie que le acompañaría el resto de su vida.
Tras la guerra, en 1814, obtuvo el título de bachiller en Alcalá de Henares.
Ingresó después en el Colegio de San Carlos, de Madrid, licenciándose en cirugía médica. En 1820 obtuvo el título de doctor.
RETRATO |
Estuvo dos años como profesor interino en el Colegio de Cirugía médica de la ciudad de Burgos.
De regreso en Madrid consiguió una plaza de profesor de disección, puesto que ocupó hasta 1929. Ese año ganó la cátedra de “afectos externos y operaciones” del Colegio de San Carlos de Madrid.
Argumosa se convirtió pronto en el cirujano de más prestigio del país. Se podría comparar con cualquier gran figura quirúrgica europea de la época.
Algunos lo han hecho con las de Dupuytren y Cooper. Tuvo destacados discípulos, entre los que podemos mencionar a Juan Creus Manso, maestro a su vez de la importantes escuela quirúrgica que encabezó José Ribera Sans.
Argumosa tenía un profundo conocimiento de la anatomía topográfica. Sus supuestos fueron los de la patología anatomoclínica de la escuela de París. Estuvo abierto a las novedades.
Fue el primero que utilizó en España la anestesia por inhalación.
Sólo tres meses después de que los americanos William T.G. Morton y John C. Warren aplicaran este procedimiento en Boston, él ya contaba con cuatro casos de pacientes operados con anestesia de éter sulfúrico.
El 28 de enero de 1847 daba noticia en el semanario médico La Facultad de sus tres primeros casos en los que ensayó el éter sulfúrico para “adormecer” a los que habían de ser operados.
Unos días después, a principios de febrero, publicó en La Gaceta Médica una exposición más amplia referida a cuatro casos (un abceso parotídeo, un abceso en la parte anterolateral izquierda del tórax; una enartrosis en la parte media del húmero izquierdo, y una oftalmía crónica) que había intervenido con anestesia etérea.
Para la administración del anestésico utilizó una vejiga de vaca que contenía una onza de éter unida a la boca del enfermo mediante una cánula metálica. Al paciente se le hacía respirar por la boca y para ello se le taponaban los orificios nasales con algodón. Argumosa no tardó en mejorar este aparato tan simple, de lo que dio noticia en el mes de abril también en La Gaceta: “Nuevo aparato para la inhalación etérea inventado por el Sr. Argumosa”. Más tarde probó la anestesia con cloroformo.
Por otro lado, fue un gran renovador de la técnica quirúrgica.
Aportó novedades importantes que fueron como “la marca” de una larga tradición operatoria en España que se prolongó durante varias décadas.
Inventó un tipo de sutura que se llamó “hilvanada”, que usó en los aneurismas, así como un método de ligadura subcutánea de las venas en el varicocele mediante su conocido nudo de pescador, que permitía una constricción graduada y progresiva.
También fue uno de los primeros que preconizó la fleborrafia.
Hizo algunas contribuciones al tema de las desarticulaciones, aunque fueron sus discípulos los que se encargarían de desarrollaron este campo. Igual de destacables fueron sus contribuciones en el terreno de la urología.
Diego Argumosa escribió varios trabajos. Especial interés tienen los que publicó desde 1834 en el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia y los relativos a la anestesia. Su obra cumbre fue Resumen de Cirugía (1856).
Se trata de una excelente síntesis que realizó durante su retiro en Torrelavega, que se basa en su experiencia. Consta de dos volúmenes y de un atlas. Está ordenado de acuerdo con los tipos de maniobras quirúrgicas.
Llegó a reunir una destacada clientela y participó en la planificación de reformas de tipo profesional y asistencial. También se implicó en tareas sanitarias como la lucha contra la primera epidemia colérica (1834).
Intervino como liberal en la política; fue segundo alcalde de Madrid y diputado de su provincia (1836-37). En esta etapa en la que las colonias se independizaban, Argumosa donó 2000 reales para armar, equipar y vestir a la tropa española.
En 1835 participó en la curación de las famosas llagas de Sor Patrocinio. Le curó los estigmas y por ello fue muy criticado. Se trata de María Rafaela Quiroga o sor María de los Dolores y Patrocinio, conocida como la “monja de las llagas”.
Unos años más tarde Argumosa tuvo nuevos enfrentamientos.
El motivo fue que un antiguo discípulo suyo, José Alarcón Salcedo, le publicó sin consultárselo los apuntes de sus lecciones con el título Manual de afectos externos (1842), que estaba repleto de errores.
Ante la protesta de Argumosa, éste escribió un panfleto en el que lo atacó de forma despiadada. Poco tiempo después Argumosa mantuvo una fuerte polémica con su compañero de claustro Joaquín Hysern (1804-1883), cultivador de la fisiología experimental y gran cirujano plástico, por la prioridad de un método de queiloplastia y por temas de homeopatía. Véase, por ejemplo, “La filosofía médica militante: escaramuza repulsiva contra una salida impetuosa del Sr. Hisern”.
El carácter se le fue agriando y más tarde llegó a chocar con los catedráticos José María López y Manuel Soler. En 1850 publicó en el diario La Unión algunos artículos en los que llamó “prevaricadores universitarios” a algunos compañeros de claustro.
Ciertos profesores se querellaron contra él, siendo absuelto por calumnias y condenado por injurias a veinticuatro meses de destierro, multa de 100 duros, y suspensión de cargo y derechos políticos durante la condena.
Tuvo también problemas con los estudiantes, quienes un día se amotinaron y lo siguieron hasta su casa. Finalmente renunció a la cátedra en 1853. Se retiró a Torrelavega, donde se aisló hasta su muerte.
Diego Argumosa fue miembro de la Real Academia de Medicina desde 1831. Fue distinguido con la Condecoración de Fernando VII (1844), y nombrado Comendador de la Real Orden de Carlos III (1852). Perteneció a buena parte de las academias nacionales y mereció el reconocimiento de instituciones extranjeras como las academias de México, Atenas, París y Munich.
Argumosa tampoco tuvo suerte con la familia. Se casó con una hija del escultor Juan Adán Morlán, célebre en el Madrid de la época. Tuvieron dos hijas y un hijo, pero murieron antes que él, igual que su mujer.
Argumosa falleció en su pueblo natal en 1865 a los setenta y dos años de edad.
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