Dice uno de los biógrafos: “Fitz no fue un cirujano. Primero fue un patólogo y después un internista".
Reginald Heber Fitz nació el 5 de mayo de 1843 en Chelsea, Massachusetts, EEUU, uno de los seis hijos de un diplomático, Albert Fitz (que murió de fiebre amarilla a la edad de 44 años) y su esposa, Elisa Roberts Nye.
La familia Fitz tenía profundas raíces en Massachusetts, habiendo sido agricultores durante generaciones.
Después de la escuela preparatoria Chauncey Hall en Boston, Fitz ingresó a Harvard College en 1860. Inicialmente no tomó la vida universitaria, la abandonó a mediados de su tercer año para trabajar en los campos de cobre de la península superior de Michigan.
Fitz regresó después de un año para continuar su educación universitaria, y se graduó con honores en 1864. El hecho de que un hermano mayor se ofreciera a pagar la universidad y la escuela de medicina también jugó un papel en su regreso a la universidad.
Al graduarse se convirtió en aprendiz de un destacado médico de Cambridge en la facultad de Harvard, Jeffries Wyman.
Ingresó al HMS en el otoño de 1865 y se graduó en junio de 1868. Durante su tiempo en Harvard, se desempeñó como interno en el Boston City Hospital.
Entre los que le enseñaron en HMS estaban Oliver Wendell Holmes y J. B. S. Jackson.
Holmes, a quien se le atribuye la introducción de la enseñanza de la patología microscópica a los estudiantes de HMS alrededor de 1855, probablemente estimuló el interés de Fitz en esta área.
Después de graduarse, Fitz se fue a Europa, primero a Viena, donde trabajó durante casi un año con Carl von Rokitansky y Joseph Skoda, después de lo cual se mudó a Berlín para estudiar con Rudolf Virchow y Johannes Orth.
Fitz parece haber encontrado su tiempo en esta última ciudad más estimulante que el de Viena, aunque es probable que la influencia de Rokitansky, cuya experiencia con la patología de la autopsia fue monumental, resultó en el interés de Fitz por la patología de la autopsia a lo largo de gran parte de su carrera.
Sin embargo, a esto se sumaba un interés por la microscopía atribuible en parte a su experiencia con Virchow, quien estaba introduciendo su patología celular en ese momento.
Su tiempo con Virchow resultó en su primer artículo publicado, que trataba sobre los cambios en el cartílago relacionados con las bronquiectasias; fue publicado en la revista fundada por Virchow (ahora conocida como Virchows Archiv) en 1870.
De vuelta a Harvard fue un estimulante, sarcástico y generoso docente, “microscopista” del Massachusetts General Hospital, Shattuck Professor of Pathology de la Harvard Medical School, y, después, Hersey Professor of the Theory & Practice of Physic (medicina interna).
En 1879 Fitz se casó con Elizabeth Loring Clarke, la hija del Dr. Edward Hammond Clarke, quien era profesor de HMS.
El Dr. Fitz y su esposa tuvieron cuatro hijos, uno de los cuales, también llamado Reginald, se convirtió en un médico distinguido por derecho propio en el MGH y el Hospital Peter Bent Brigham y alcanzó el rango de Profesor Asociado de Medicina en el HMS.
En su papel de patólogo, el Dr. Fitz fue responsable de las autopsias de los pacientes del hospital y, según su experiencia con Virchow, fue probablemente la primera persona del MGH en utilizar la técnica todavía joven de la microscopía óptica en el estudio de tejidos humanos. (No está claro si Holmes hizo microscopía en el hospital o en la escuela de medicina).
Se desconoce el número de casos sometidos a evaluación microscópica en ese momento, pero probablemente fue limitado.
Antes de su llegada, la patología había sido, a efectos prácticos, patología macroscópica, que era esencialmente el interés exclusivo de J. B. S. Jackson, entonces profesor de Anatomía Patológica en el HMS, quien desdeñaba la nueva técnica de evaluación microscópica.
La experiencia de la autopsia de Fitz sentó las bases para sus artículos históricos sobre apendicitis y pancreatitis.
En los años comprendidos entre 1871 y 1892, realizó muchas autopsias en el MGH, y es probable que fuera el principal prosector durante estas dos décadas.
En el prólogo de una revista dedicada a Fitz por sus discípulos cuando cumplió 65 años dice Stone, uno de ellos: “El trabajo que Fitz ha hecho durante el período activo de su vida ha sido mayormente crítico y judicial, aunque siempre con una tendencia constructiva”.
En la primera reunión de la Association of American Physicians, Washington, 1886, Fitz leyó una conferencia de 29 páginas, más nueve de la discusión que la sigue, titulada: "Perforating inflammation of the vermiform appendix; with special reference to its early diagnosis and treatment".
Fitz señala el desacuerdo existente en relación a la inflamación de ciego y apéndice con la peritonitis y la peritiflitis, y la vital importancia del oportuno y adecuado tratamiento que se pospone hasta perder la esperanza de solución. Por ello cree que la consideración crítica de un gran número de casos de perforación del apéndice puede servir para destacar los caracteres centrales del diagnóstico y tratamiento.
Sigue con una consideración histórico-crítica de los trabajos publicados sobre el llamado flemón o absceso de fosa ilíaca y las llamadas tiflitis y peritiflitis. Para resolver el nudo de la cuestión, ya en la tercera página dice que el patólogo se diferencia del clínico porque “busca establecer el sitio y causa de las enfermedades” y encuentra que “en los casos más fatales de tiflitis el ciego está intacto y el apéndice perforado”. Y ve que la peritiflitis es un “absceso enquistado”. Más aún, que en la mayoría de los abscesos enquistados, incluso detrás del ciego, se encuentra un apéndice inflamado o que se comunica con éste, y que la comunicación con el ciego es el resultado y no la causa del absceso.
Dice: “Como la peritonitis circunscripta es un simple evento, aunque usualmente el más importante, en la historia de la inflamación del apéndice, es preferible usar el término apendicitis para expresar la condición primaria”.
Fitz sostiene su proposición con las autopsias de 257 casos de perforaciones del apéndice que compara con 209 casos de tiflitis y peritiflitis. Sobre la etiología de la apendicitis sus consideraciones son casi las mismas que aún se discuten. Presenta sus hallazgos en tablas donde compara la edad, localización, características del dolor, síntomas que lo acompañan e intenta, por el tipo de dolor, determinar el día de la perforación, la elevación de la temperatura, el embotamiento y la palpación de un tumor en la zona, la aparición de dolor abdominal difuso, la distensión (tympanites) y en qué día de la evolución aparecen y el tiempo de la muerte desde el comienzo de los síntomas.
La muerte en la apendicitis es por shock después de la peritonitis y el proceso puede extenderse al mesenterio. En 11 casos de los 257 Fitz encontró pileflebitis. Fitz no duda de que no todas las apendicitis perforadas son fatales. El número (180) de las llamadas tiflitis y peritiflitis, aunque no una evidencia absoluta, lo sugiere. De estas, 58 terminaron en resolución (32%), 33 por evacuación espontánea (18%) y 89 por operación (50%).
Las conclusiones, en las apendicitis perforadas, son claras: la apendicitis perforada ocurre con mayor frecuencia en muy jóvenes (10-20 años) y adultos jóvenes (20-30 años), especialmente en varones (no hay tabla que indique el sexo). El dolor abdominal brusco es el primer y más constante síntoma de la perforación, en adultos aparentemente sanos, es intenso, pocas veces leve y ocasionalmente acompañado de escalofríos, náusea y vómitos; la localización usual es en la fosa ilíaca derecha.
La fiebre, no muy alta, sigue en frecuencia al dolor. El embotamiento, la tumefacción y la palpación de un tumor en la fosa ilíaca derecha es de gran valor diagnóstico y, con tratamiento adecuado, modifica favorablemente el pronóstico.
Fitz sostiene que no debe esperarse la resolución espontánea y conviene la intervención inmediata después de las 24 horas del comienzo del dolor. En el tratamiento recuerda que: “Un catártico o un laxante puede ser pedido por el paciente o sus amigos, y una enema se piensa que puede ser una ayuda diagnóstica. Debe recordarse que estos pueden ser los medios de excitar el comienzo de una peritonitis generalizada”. Fitz es enfático cuando dice: “Ningún cirujano debe dudar en dar una oportunidad de vivir cuando se ha satisfecho que ocurrió la perforación y que la peritonitis es inminente”.
Fitz termina la conferencia con estas afirmaciones: “La vital importancia del diagnóstico temprano de la apendicitis perforada es obvia. El diagnóstico, en la mayoría de los casos, es comparativamente fácil. El eventual tratamiento por laparotomía es generalmente indispensable. Síntomas urgentes demandan la inmediata exposición del apéndice perforado, después de la recuperación del shock, y su tratamiento de acuerdo con los principios quirúrgicos. Si la espera se justifica, el absceso resultante, por regla intraperitoneal, debería ser incidido tan pronto como sea evidente. Esto es usualmente en el tercer día después de la aparición de los primeros síntomas característicos de la enfermedad”.
Son confusas, las tiflitis y peritiflitis, aunque Fitz sugiere que muchas son apendicitis no fatales resueltas de una u otra forma. Fitz dejó pocas cosas por hacer a los médicos de su tiempo.
En 1908, a la edad de 65 años, Fitz se retiró de sus puestos académicos (como entonces era obligatorio) pero permaneció activo en la práctica clínica hasta su muerte el 30 de septiembre de 1913, resultado de las complicaciones derivadas de una operación de una úlcera gástrica sangrante.
* "Sobre la apendicitis aguda: Amyand, Fitz, y unos pocos más" - Juan Antonio Barcat
Medicina (Buenos Aires) 2010; 70: 576-578
* Robert H. Young - Pathology
No hay comentarios.:
Publicar un comentario