La fisiología inglesa de la primera mitad del siglo XIX se había rezagado respecto a la que se hacía en otros países del Continente. Pensaban que cualquier cirujano, clínico o anatómico estaba en condiciones de enseñar e investigar en esta rama de la ciencia. La situación comenzó a cambiar con personas como William Sharpey y Michael Foster. Con Charles Scout Sherrington llegó a alcanzar cotas extraordinarias.
Los hallazgos del neuroanatomista español Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) sobre la estructura del sistema nervioso habían abierto un nuevo y brillante horizonte para el estudio científico del cerebro. Sir Charles Scott Sherrington protagonizaría la etapa «ulterior», caracterizada por el progresivo esclarecimiento de la fisiología de las células nerviosas.
A él le debemos aportaciones pioneras a este campo, así como el término «sinapsis» (acuñado en 1897 a partir del griego sinapsis, «cerrar») para denominar el punto específico donde se comunican dos neuronas entre sí.
Sir Sherrington nació en Londres el 27 de noviembre de 1857. Fue un médico neurofisiólogo, premio Nobel de Medicina, que estudió las funciones de la corteza cerebral.
Educado como médico en Londres, Edimburgo y Cambridge, se inclinó por el estudio de la fisiología después de leer las investigaciones de David Ferrier (1843-1928) sobre el córtex cerebral.
En su etapa en Cambridge, coincidió con Sir Michael Foster (1836-1907), autor de un influyente manual (A Textbook of Physiology; la primera edición data de 1877), y a la sazón director del departamento de fisiología de esta universidad. Foster había fundado la prestigiosa revista Journal of Physiology, en cuyas páginas se publicarían algunos de los artículos más importantes de la neurofisiología del siglo XX.
Sherrington trabajó como ayudante de John Newport Langley (1852-1925), con quien editó algunos de sus primeros artículos. Posteriormente se trasladó como médico residente al «St. Thomas’ Hospital» de Londres, para más tarde desplazarse hasta Bonn, donde estudió con Edouard Pflüger, renombrado experto en la acción refleja, y a Estrasburgo, donde colaboró con Friedrich Goltz (notoriamente opuesto a las tesis corticalistas de Ferrier).
Sherrington dedicó algunos años al análisis del cólera a petición de dos sociedades británicas, ante la epidemia de cólera asiático que se había desatado en Europa meridional. Trabajó con Rudolf Virchow (1821-1902) y con Robert Koch (1843-1910), padre de la bacteriología médica y descubridor del bacilo de la tuberculosis, y en Berlín asistió a cursos de importantes neurofisiólogos, como Hermann von Helmholtz (1821-1894), Émile Du Bois-Reymond (1818-1896) y Wilhelm von Waldeyer (1836-1921).
En 1891, Sherrington fue nombrado profesor en la Brown Institution de la Universidad de Londres, donde continuó con sus investigaciones sobre patología e inmunología, si bien se centró, paulatinamente, en el sistema nervioso, rama a la que acabaría por consagrar todas sus energías. Uno de sus profesores en Cambridge, Walter Holbrook Gaskell (1847-1914), le aconsejó que se focalizara primero en el análisis de la médula espinal, a priori más simple y abordable que el examen del córtex cerebral.
Ya René Descartes (1596-1650), en su tratado L’Homme, se había referido a la existencia de acciones reflejas, esto es, de movimientos involuntarios en los que no mediaba un acto consciente.
El profesor de Oxford, Thomas Willis (1621-1675), autor de la influyente obra Cerebri Anatome cui Accesit Nervorum Descriptio et Usus (1664), en la que sentaba las bases de la neuroanatomía moderna, asumió esta idea cartesiana. La explicó desde la hipótesis de que los espíritus animales (sutiles sustancias de naturaleza material que, tanto para Descartes como para la medicina clásica, recorrerían los nervios para transmitir las órdenes procedentes del cerebro a los órganos periféricos; las investigaciones de Luigi Galvani sobre la electricidad animal, publicadas a finales del siglo XVIII, demostrarían la inutilidad de la teoría de los espíritus animales que en el sistema nervioso central eran «reflejados» hacia los músculos inmediatamente después de tener lugar el estímulo.
Sherrington estudió el reflejo en la rodilla con monos, conejos, gatos y perros, y apoyó la idea de Wilherlm Heinrich Erb (1840-1921), según la cual se trataba de un verdadero reflejo, asociado a la médula espinal. Logró, asimismo, identificar el mecanismo exacto de las neuronas motoras y sensoriales implicadas.
Sherrington sugirió la existencia de órganos musculares especializados en el procesamiento de acciones reflejas. Muchos dudaban de la realidad de estas terminales de un «sexto sentido», pero lo cierto es que, con la formulación de su hipótesis, el científico británico había inaugurado un campo sumamente fecundo para la neurociencia del siglo XX: el estudio del sistema propioceptor.
En sus trabajos con monos, Sherrington destinó varios años al examen de los nervios espinales sensoriales y motores, para analizar las distribuciones anatómicas de las raíces espinales.
En 1895 se trasladó al University College de Liverpool, y durante su período como docente e investigador en esa ciudad inglesa, Sherrington indagó, meticulosamente, en la inervación recíproca (planteada ya por Descartes en su De Homine, y explorada también por autores como Charles Bell –1774-1842–7 y Marshall Hall –1790-1857–8), así como en los mecanismos de coordinación entre los reflejos motores de inhibición y los de excitación.
En 1896, tras descerebrar animales anestesiados, Sherrington fue capaz de desconectar el sistema nervioso inferior de los centros de organización cerebrales. Propició un estado de inconsciencia en los especímenes que le permitió estudiar las claves de la inervación recíproca. Comprobó, de esta manera, que al estimular una extremidad se producía coordinación motora, de tal forma que, automáticamente, se generaba movimiento en la extremidad opuesta, sin mediar una acción consciente.
Los hallazgos de Sherrington sobre las acciones reflejas se condensaron, en gran medida, en su obra The Integrative Action of the Nervous System (1906), fruto de las diez conferencias (las «Silliman Lectures») dictadas en 1904 en la Universidad de Yale.
Sherrington comprendió que una característica fundamental del sistema nervioso reside en su función integradora (esto es, el propio sistema «integra» la información disponible y la «discrimina» de acuerdo con sus necesidades, para así emitir la respuesta adecuada).
A juicio de la neurocientífica italiana Rita Levi-Montalcini (1909-…), ganadora del premio Nobel por su descubrimiento (junto con Stanley Cohen) del factor de crecimiento neuronal, la propiedad más importante del sistema nervioso estriba, precisamente, en este papel integrador, discernible ya en los celentéreos (las criaturas más antiguas dotadas de sistema nervioso). No menos relevante, Sherrington se percató de que no todas las sinapsis son de naturaleza excitadora, sino que la mayoría exhibe cualidades inhibidoras, de tal manera que una neurona motora puede recibir impulsos excitadores o inhibidores.
El adecuado entendimiento de la «inhibición» como proceso activo, y no simplemente como la ausencia de excitación, constituye una de las aportaciones más notables de Sherrington al estudio científico del sistema nervioso.
Décadas más tarde, entre los años ’50 y ’60, el neurofisiólogo australiano Sir John Eccles (1903-1997), alumno de Sherrington, elucidará los mecanismos iónicos mediante los cuales las neuronas motoras generan sus acciones inhibidoras y excitadoras (obtendrá, por ello, el premio Nobel de medicina o fisiología en 1963).
Sherrington, en definitiva, advirtió que los animales poseedores de un sistema nervioso más desarrollado operan como un todo unificado en virtud de la integración central de la función nerviosa. Por sus contribuciones a la neurofisiología, Sherrington recibió el premio Nobel de medicina o fisiología en 1932, compartido con el también londinense Lord Edgar Adrian.
Sherrington, el filósofo
Era de esperar que un neurofisiólogo de la talla de Sherrington, quien albergó, en paralelo a su curiosidad científica, hondos intereses filosóficos, literarios e históricos, abordara en profundidad uno de los grandes interrogantes que aún hoy afronta la ciencia: la naturaleza de la mente humana.
Ya en su Rede Lecture (establecidas en memoria de Sir Robert Rede, jurista del siglo XVI), titulada «The brain and its mechanism» y pronunciada en Cambridge el 5 de diciembre de 1933, Sherrington constata las dificultades asociadas a este problema, y muestra signos del planteamiento de tintes dualistas que caracterizará su propuesta filosófica. En palabras suyas, «las señales que entran en el cerebro no son mentales, como tampoco lo son las señales ejecutoras que generan. Pero la señalización que viaja a través de ciertas vías cerebrales […] parece, por así decirlo, obtener energía mental, si bien la pierde de nuevo incluso antes de la penúltima vía de salida».
En su exposición, Sherrington reconoce que sus frecuentes alusiones a nociones como «energía mental», «experiencia mental» y «eventos mentales» suscitarán no pocas suspicacias entre los científicos, pero manifiesta reticencia a abandonarlas; apego éste que perdurará en sus Gifford Lectures.
Las ideas de Sherrington fueron rápidamente contestadas por otro ilustre científico: el ruso Ivan Pavlov (1849-1936), también ganador del premio Nobel de Medicina o fisiología (en 1904), y célebre por sus contribuciones al estudio del comportamiento animal (en particular de los reflejos condicionados).
Pavlov, quien había recibido noticias de las palabras de Sherrington sobre la autonomía de lo mental pronunciadas en su Rede Lecture, criticó al británico en un seminario ofrecido en 1934.
Sherrington, quien dedicará una documentada biografía al médico francés Jean François Fernel (1497-1558), uno de los fundadores de la fisiología moderna (autor de De Naturali Parte Medicinae, de 1542, y uno de los grandes sistematizadores de la medicina renacentista), utiliza la figura del humanista galo como uno de los hilos conductores que tejen la trama de sus ponencias.
Para el científico británico, Fernel encarna un valioso ejemplo de una concepción armónica de la naturaleza y del espíritu, cuyos pilares quebrarán, de manera casi irreversible, con el advenimiento de la revolución científica y con la consolidación del espíritu de la modernidad.
Tanto René Descartes como Thomas Willis y el mismo Sherrington realizaron aportaciones esenciales a la reflexología, esto es, al estudio de las acciones involuntarias, pero es interesante percatarse de que estos tres grandes científicos se afanaron, tenazmente, en preservar la irreductibilidad de lo mental. En ningún momento propusieron explicar la actividad mental, ni la versatilidad del comportamiento humano, como resultados de procesos reflejos, en último término inconscientes, sino que les atribuyeron una autonomía sobre lo físico.
La distinción entre lo mental y lo material es, para Sherrington, incuestionable.
Lo mental no puede explicarse como una forma de materiaenergía. Esta convicción es tan profunda en Sherrington que nuestro autor llega a sostener que la fisiología cerebral poco tiene que ofrecerle a la psiquiatría, pues «lo mental no se puede examinar como una forma de energía. Ésta es, en resumen, la brecha que divide la psiquiatría de la fisiología».
Sorprende, en cualquier caso, que en sus Gifford Lectures Sherrington acuse a Sigmund Freud de no haber prestado, en la elaboración de sus teorías psicoanalíticas, la suficiente atención a la anatomía, cuando él mismo admite que esta disciplina poco coadyuvará al estudio de la mente, ya que subsiste un hiato invencible entre lo mental y lo material.
Conclusiones
La postura de Sherrington sobre la relación entre la mente y el cerebro es palmariamente dualista, cercana a la que abrazarán discípulos suyos como Wilder Penfield (1891-1976) y Sir John Eccles.
El dualismo de Sherrington establece una profunda fisura en el seno de la realidad. Su fragmentación irreconciliable entre la materia y la mente dificulta en extremo (o más bien imposibilita) vislumbrar una explicación científica de la conciencia. Lo cierto es que el hecho de que un científico de la talla de Sherrington, una de las cimas de la fisiología del siglo XX, se haya adherido a un planteamiento dualista muestra, de manera suficientemente expresiva, la gravedad del problema que afronta la ciencia a la hora de elucidar la naturaleza de lo mental.
Durante su estancia en Oxford también publicó su conocido libro Mammalian Physiology: a Course of Practical Exercises, que utilizaba para la enseñanza.
Sherrington fue elegido miembro de la Royal Society en 1893. Fue galardonado con la Royal Medal en 1905 y la Copley Medal en 1927.
En 1922 le fue concedida la Knight Grand Cross of the Order of the British Empire, y en 1924 la Order of Merit. También fue nombrado doctor honoris causa de varias universidades.
Unos pocos años antes de su muerte su salud empezó a resentirse, pero siempre conservó una mente clara y un interés por los temas en los que había trabajado.
Murió en Eastbourne, víctima de un fallo cardíaco, el 4 de noviembre de 1952.
* Carlos Blanco - Universidad de Navarra - 2013
* José L. Fresquet. Instituto de Historia de la Ciencia y Documentación (Universidad de Valencia-CSIC). Mayo, 2002.
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