Carrión fue un estudiante de medicina del último año, que venciendo las dificultades propias del medio en el que vivió pudo diseñar un exitoso experimento científico.
Usó su propio organismo para demostrar que, una enfermedad endémica propia de la región andina, era de naturaleza infecciosa y transmisible.
Nació el 13 de agosto de 1857 en un villorio minero de gran auge durante la época de riqueza, por los yacimientos de oro y plata, en Cerro de Pasco, Perú.
Su padre, Baltasar Carrión (1814–1886, aprox.), fue un inmigrante ecuatoriano nacido en Loja, genéticamente blanco, pero mestizo cultural. Se llamó Don Baltasar Carrión y Torres, que cayó a Cerro de Pasco, después de haber contraído nupcias, en Huancayo con una dama de esa ciudad. Apareció allí, seguramente, atraído por la prosperidad económica de esa singular comunidad. Allí entró en relación extra matrimonial con Dolores García, entonces una atractiva adolescente nativa de Huancayo, que había llegado con su padre al centro minero en busca, también, de las vetas del ansiado mineral de plata.
De esa unión nació Daniel Alcides, quien nunca fue reconocido por el padre, por lo que Dolores, sobrellevó, con enaltecedora dignidad la tarea de madre soltera y abandonada proporcionándole una mediana prosperidad económica.
Daniel Alcides Carrión vino a la capital del Perú, para terminar su formación y llegó en una época en que Lima era el centro de cambios fundamentales en las ideas sociales y políticas.
Vivió en un medio en el que todos sus habitantes eran inmigrantes insuficientemente arraigados y, por consiguiente, sin una identidad de clase o de raza, salvo los indios que eran casi esclavos. El darwinismo social no existía allí, como una inspiración de auto valoración.
Allí cursó estudios secundarios en el Colegio Nacional “Nuestra Señora de Guadalupe”.
Se dice que cuando hizo el curso de griego, agregó Alcides a su nombre, cuyo significado es “hombre fuerte y de gran temple”.
Para entonces habían ocurrido los primeros intentos de adaptación de las ideologías foráneas a la realidad nacional; la efervescencia de las ideas sociales darvinistas estaban en apogeo y, en la escuela donde terminó sus estudios escolares y en la facultad de medicina donde se iba a graduar, casi todos sus condiscípulos y profesores profesaban esas ideas.
Él presentaba los caracteres somáticos y faciales de un típico nativo, lo cual le condujo a sufrir, durante todo el resto de su corta vida, de segregación, que surgía bajo una invisible cortina que le hacía sentirse diferente.
Ingresó a la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1880.
En esta casa de estudios se matriculó en la carrera de Medicina Humana, en pleno despliegue de la Guerra del Pacífico con Chile, motivo por el cual, los puertos del litoral peruano estuvieron bloqueados, desde abril de 1879 hasta noviembre de 1883.
Así los médicos y estudiantes no conocieron las importantes noticias de los descubrimientos de Pasteur, Koch y otros, que demostraban que las enfermedades infecciosas eran causadas por microorganismos específicos, uno para cada enfermedad y que estas plagas eran inoculables, transmisibles o reproducibles a otros seres vivientes.
Como estudiante de medicina, realiza prácticas en hospitales, entre ellos, el hospital francés Maison de Santé. En esos nosocomios, entra en contacto con enfermos de la “verruga peruana” e inicia sus escritos producto de la observación in situ.
Carrión estudió en las más adversas condiciones: el edificio de su facultad convertido en cuartel, el hospital docente ocupado por el enemigo, los profesores sin sueldo. Cuando se firmó la paz, estalló una guerra civil. En esas circunstancias llegaron las fascinantes noticias de las hazañas de los "cazadores de microbios". La imaginación de todos, legos y doctores, fue excitada al máximo.
Carrión, ese estudiante nativo segregado de los cenáculos académicos que aparecieron con el deseo de contribuir a la reconstrucción post bélica, recibió la noticia que había un concurso organizado por la prestigiosa Academia Peruana, para premiar a quien demostrase la causa de la Verruga Peruana, una enfermedad endémica circunscrita a los templados valles interandinos y que producía, ocasionalmente, graves y mortales trastornos.
Hasta esos días no se tenía una idea concreta sobre la naturaleza de esta enfermedad. Inclusive se llegó a pensar que el origen radicaba en las emanaciones tóxicas del cascajo, le denominaban "miasmas" usado para la construcción del ferrocarril central.
Ese material era extraído de la Oroya, entonces un páramo a más de 4,000 metros sobre el nivel del mar. Por eso a las formas graves de la verruga peruana, le denominaban, por error, "Fiebre de la Oroya". No porque de allí provenían los enfermos, ya que entonces era un inhóspito paraje despoblado, sino que la causa eran las supuestas miasmas desprendidas de las canteras.
Así el humilde Carrión irrumpió, con imaginación creadora, en el plano académico mundial.
Sin laboratorios de experimentación, que no existían. Sin recursos de ningún género, el país y la universidad atravesaban la peor crisis de su historia. Cuando se convocó al concurso el territorio estuvo dividido por una guerra civil.
La verruga peruana, es causada por un germen que sólo ataca a los humanos (Bartonella bacilliformis). Era, y aún lo es, una de esas situaciones en las que la experimentación tiene que utilizar a esos mismos humanos.
El primer paso para buscar la "etiología", como quería la ilustre Academia Libre de Medicina, era demostrar su inoculabilidad. Carrión usó su propio cuerpo.
El 27 de agosto de 1885, llevado por su espíritu científico, acudió a la Sala de las Mercedes del Hospital Dos de Mayo de Lima, y le solicitó al médico Evaristo Chávez que le hiciera la inoculación de sangre macerada de una tumoración verrugosa con el fin de reproducir la verruga peruana para comprobar su evolución y descifrar su cura.
Carrión escribió personalmente su historia clínica hasta el 26 de septiembre de 1885, momento en el cual, agobiado por la fiebre y la anemia grave, entró en delirio. A su solicitud, sus compañeros siguieron escribiendo el documento clínico que había iniciado.
El 05 de octubre de 1885 ocurre su deceso en el Hospital francés (Maison de Santé) con tan solo 28 años de edad. Y en 1886 el Estado peruano publica sus anotaciones sobre la verruga conmemorando el primer aniversario de su muerte.
Con este acto se convirtió también en precursor de la nueva bioética, esa que señala que cuando es indispensable ese tipo de experimentación, el primero que debe ir por delante es, precisamente, el investigador.
Fernando Cabieses, reconocido científico y médico peruano, dijo “para Daniel A. Carrión la Medicina no fue una ocupación ni una profesión. Para él la medicina fue una religión”.
En el 2002, con la Ley N° 27794 se modifica el artículo 1 de la Ley 25342 y, se declara “Héroe Nacional, mártir y maestro de la medicina peruana a don Daniel Alcides Carrión”.
La figura del mártir de medicina peruana ha sido distorsionada, desde el momento mismo de su deceso, por historiadores o por espontáneos panegiristas; todos, con el propósito de satisfacer su propias ideas y creencias, olvidando la realidad demostrada en las fuentes originales. Este fenómeno se observa desde aquel día, en octubre de 1885, en el que los profesores de Carrión se defendieron de la acusación penal, sin pruebas sólidas, por haber, supuestamente, colaborado en el fatal experimento de su alumno.
El 24 de febrero de 2006 el Colegio de Médicos de Perú exhibe una foto aparentemente falsa de Carrión.
Oficialmente se inicia este plan con la publicación, en 1972, de la tesis de Uriel García, "Historia crítica de Daniel A. Carrión y de la Medicina de su época", en donde, con el alegato de una supuesta e improbada costumbre de "afrancesar" las imágenes y rostros, pretende, a modo de una mal entendida reivindicación de la raza mestiza, introducir como verdadera una imagen del héroe que en realidad no le corresponde.
* Personajes Ilustres - UNMSM
* Biblioteca Nacional del Perú
* Reivindicando el verdadero rostro de Daniel A. Carrión - Bertilo Malpartida-Tello
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