Johannes Müller nació en Coblenza, Francia, el 14 de julio de 1801, en el seno de una modesta familia católica. Su padre era zapatero.
Durante su adolescencia dudó mucho entre la Teología y la Medicina; al fin se decidió por ésta, movido acaso por la seducción intelectual que sobre él ejerció Goethe.
Estudió en la Universidad de Bonn, sometido al influjo de la Naturphilosophie; así lo acredita su disertación inaugural, De phoronomia animalium (1822). Poco después fué premiada una importante Memoria suya sobre la respiración del feto.
Un estipendio oficial le permitió pasar casi dos años en Berlín, junto al fisiólogo Rudolphi.
La influencia de éste sobre el joven médico fué decisiva: Müller abandonó la Naturphilosophie, y se consagró a la Fisiología experimental.
Desde 1824 a 1833 enseñó en la
Universidad de Bonn como Privatdozent, profesor extraordinario y profesor ordinario. Sus cursos versaron sobre Anatomía, Fisiología, Patología general y, ocasionalmente, sobre Oftalmología.
En 1833 sucedió a Rudolphi en la cátedra de Fisiología de Berlín, y al frente de ella siguió hasta su muerte.
Dos sucesos llenaron de melancolía los últimos años del egregio fisiólogo: los acontecimientos revolucionarios de 1848, con los cuales hubo de enfrentarse como rector de la Universidad, y el trágico hundimiento del navío en que regresaba de un viaje científico a Noruega.
La grandeza del magisterio de Johannes Müller queda bien expresada por los nombres de los que fueron sus discípulos: Schwann, Henle, Remak, Du BoisReymond, Virchow, Pflüger, Helmholtz, Kolliker, Claparede, Brücke, Reichert, Lieberkühn, Lachmann y Troschel.
Pocos sabios han podido ver en torno a sí una constelación de alumnos semejante a ésta.
Un texto necrológico de Virchow da idea de la profunda impresión que dejaba en sus oyentes la palabra del maestro: «Conforme a lo que él mismo había dicho de sus grandes antecesores, vino a trocarse en perenne sacerdote de la Naturaleza; y ese culto fascinaba a sus discípulos, ligados a él como por un vínculo religioso. La manera serena y sacerdotal de su lenguaje y sus movimientos completaba la impresión venerativa con que cada uno de ellos elevaba hacia él la mirada. En torno a la boca y a los apretados labios, un rictus de severidad; en la frente y en los ojos, la expresión del sereno pensamiento; en cada pliegue del rostro, el recuerdo de una investigación conclusa: así estaba este hombre ante el altar de la Naturaleza, exento por su fuerza propia de cuantas ataduras imponen la educación y la tradición.»
El pathos intelectual de la generación alemana intermedia entre la Naturphilosophie romántica y el ulterior positivismo científico-natural transparece con evidencia en esas solemnes palabras de Virchow.
En la gigantesca obra científica de Johannes Müller pueden ser distinguidas tres etapas.
En la primera es patente la seducción de la Naturphilosophie.
La disertación inaugural del futuro biólogo estudiaba la relación entre los números y el movimiento animal. «La flexión y la extensión -escribió en ella- son los dos polos de la vida; la primera se asemeja al capullo cerrado, y la segunda a la flor abierta y ya marchita».
Se cree que en su madurez Müller quemó estas publicaciones juveniles.
¿Podría sospechar que cien años más tarde expresaría pensamientos análogos acerca de la flexión y la extensión un neurólogo tan «científico» y tan eminente como Goldstein?
A la segunda etapa (1826-1840) pertenecen todos los trabajos fisiológicos del gran naturalista: fisiología comparada de los sentidos y estudio de los fenómenos fantásticos de la visión (1826), monografía sobre las glándulas (1830), confirmación de la ley de Bell y Magendie en los animales de sangre fría (1831), análisis de la sangre, la linfa y el quilo (1841) y mecanismo de la voz (1839).
El célebre Handbuch der Physiologie des Menschen, la más importante exposición del saber fisiológico, desde los Elementa de Haller, apareció entre 1833 y 1834. Junto a esas investigaciones deben ser citadas varias más, relativas a Embriología, Patología y Anatomía comparada: formación de los genitales (1830), textura de los tumores (1838) y morfología y fisiología de los peces mixinoides (1834-1845).
Al rastrear el desarrollo de los genitales, descubrió lo que hoy se conoce como "Conducto de Müller", que forma los órganos sexuales internos femeninos. Contribuyó al conocimiento del proceso de coagulación, la estructura de los corazones linfáticos de las ranas, la formación de imágenes en la retina del ojo y la propagación del sonido en el oído medio.
En la tercera etapa de su vida científica (1840-1858), toda la actividad de Johannes Müller quedó consagrada a la Anatomía comparada (peces, gusanos, equinodermos y moluscos).
La influencia de Goethe y Rudolphi y el personal temperamento del gran investigador determinaron la peculiaridad de esa trimembre curva vital. «Él cimentó y decidió para siempre mi inclinación a la Anatomía», dijo Müller de Rudolphi. No debe sorprender la frase, porque este profesor de Fisiología lo fué de un modo contemplativo, anatómico, mil leguas alejado del modo cruento y operativo que en Francia cultivaba Magendie. «Ni la perspectiva de una fama mundial me llevaría a practicar vivisecciones», solía proclamar el sensible Rudolphi.
Müller, contemplativo también por temperamento y vocación, e iniciado por Goethe en el respeto a la espontaneidad de la Naturaleza, halló en el magisterio del profesor berlinés una confirmación de sí mismo. Criticó el método de Magendie, y sus propias vivisecciones no rebasaron nunca el nivel de los batracios. De ahí la índole de sus trabajos fisiológicos y su constante propensión al cultivo de la Anatomía comparada.
«Tanto Purkinje como Müller -escribe certeramente E. Radl- no consideraban a la Fisiología como una ciencia experimental, sino más bien como una Anatomía superior".
Por fin, advirtió Johannes Müller que apenas podía hacerse fisiología en esa dirección, y se consagró por entero al estudio anatómico-comparativo de los invertebrados y de los vertebrados inferiores.
Se puede lograr una visión bastante precisa de la Fisiología de Müller conociendo sus ideas sobre las glándulas, su concepto de la actividad sensorial, su personal actitud frente al problema de la ciencia natural y su doctrina, acerca del organismo viviente y del ser humano.
I. Con su monografía "De glandularum secernentium structura penitiori" ( 1830), Muller edificó toda una Fisiología general de la actividad secretoria. Comenzó precisando, anatómica y embriológicamente, el esquema morfológico del órgano glandular; estableció para siempre, contra la opinión de Ruysch y Haller, y en favor de la de Malpigi, la condición cerrada de los conductos secretores; describió los tipos de la arborización capilar periacinosa, y propuso, en fin, las tres siguientes leyes generales de la secreción: "La función secretoria es sólo una modalidad de la transformación que todo órgano imprime a la sangre que por él circula: hay órganos en los cuales la sangre transformada queda incorporada a su particular sustancia; en algunos revierte hacia el torrente circulatorio; en otros, por fin, pasa al exterior en forma de secreción".
Los caracteres diferenciales de las diversas secreciones no dependen de meras causas mecánicas, ni son la consecuencia de la forma anatómica de la glándula, sino del carácter específico de la sustancia orgánica viva que reviste la superficie secretora. Pocos lustros más tarde, Henle y Kolliker demostrarán que esa sustancia orgánica es tejido epitelial.
La actividad química de los órganos secretorios es doble: nutritiva y secretiva. En virtud de esta última se forma el producto específico de la glándula, el cual es heterólogo respecto a la sustancia glandular.
II. Punto de partida de las investigaciones de Johannes Müller acerca de la Fisiología de los sentidos, fué, como en el caso de los trabajos anteriores de Purkinje, la teoría de los colores, de Goethe.
Quiere ello decir que uno y otro consideraron exclusivamente el aspecto subjetivo de la sensación, dejaron de lado el mecanismo físico de la excitación sensible y vieron la luz como un «protofenómeno», en el sentido goethiano de la palabra. Entre los muchos resultados obtenidos por Müller, el más importante y famoso es la «ley de las energías sensoriales específicas».
Las diez tesis en que la resume su autor pueden ser condensadas en cinco proposiciones:
l.ª Por la acción de causas externas no podemos recibir ningún género de sensación que no podamos tener sin causa externa, sintiendo tan sólo los estados de nuestros nervios.
2.ª La misma causa interna y la misma causa externa producen sensaciones diferentes en los distintos sentidos, en razón de la sensibilidad específica de éstos.
3.ª Las sensaciones propias de cada nervio sensorial pueden ser provocadas por múltiples influencias, externas o internas. La sensación es la transmisión a la conciencia, no de una cualidad o de un estado de los cuerpos exteriores, sino de un estado del nervio sensorial, determinado por una causa externa.
4.ª Se ignora si las causas de las distintas energías de los nervios sensoriales radican en ellos mismos o en las partes del encéfalo o de la médula espinal en que terminan; pero es indudable que la parte central o cerebral de los nervios sensoriales es capaz de producir las sensaciones propias de cada sentido, independientemente de los conductores nerviosos.
5.ª El alma no se limita a recibir el contenido de las sensaciones y a interpretarlas representativamente, sino que posee influencia sobre ese contenido, prestando agudeza a la sensación. Esta intención anímica puede actuar circunscribiendo partes espaciales del órgano sensible, si la sensación es espacial, o aislando actos o momentos temporales de la sensación, si ésta es temporal.
III. La actitud espiritual de Müller frente al conocimiento científico de la Naturaleza fué cambiando con el transcurso de su vida. Sus primeros escritos ostentan claramente la huella de la Naturphilosophie schellinguiana.
El joven Müller quiere hacer fisiología filosófica; lo cual, piensa, sólo puede ser conseguido por un observador que, «imitando por intuición intelectual los procesos eternos de la Naturaleza, los repita de manera espiritual, esto es, creando conceptos». La experiencia no sería sino «el fermento fecundante del espíritu».
Así hablaba en su Fisiología comparada de la visión (1826).
Pronto deja a Schelling por Goethe, al cual, como se ha dicho, nunca había sido infiel, y proclama con entusiasmo la primacía, y aun la exclusividad de la observación paciente y reflexiva: "la simple y tranquila observación, que lleva hasta el interior de los problemas" y permite advertir "cómo la amada Naturaleza, esforzándose desde el todo hacia las partes, procede en el sostenimiento y desarrollo de los seres orgánicos".
Poco a poco va acentuando el fisiólogo el valor de la experiencia para el conocimiento científico-natural del mundo sensible; mas nunca renuncia a que esa experiencia sea "filosófica y pensante".
Frente a la realidad, serían posibles y necesarias dos actitudes intelectuales: la «científico-natural», que establece los conceptos y las leyes universales de la experiencia, y la «filosófica», cuya tarea es «la explicación de los fenómenos fundamentales».
La Naturphilosophie de la mocedad ha acabado resolviéndose en una «ciencia» y una «filosofía de la Naturaleza», distintas y complementarias entre sí.
IV. Tales presupuestos se expresan idóneamente en las ideas de Johannes Müller sobre el organismo viviente y el hombre.
Pese a su creencia en la fijeza de las especies biológicas, Müller confesó la visión evolutiva de la Natu raleza: «La evolución de la Naturaleza viviente, escribía en su Archiv (1834), es la más hermosa revelación del principio racional que la domina»; en ese universal y orgánico desarrollo se manifestaría de modo primario «lo divino en la Naturaleza».
De ahí el carácter sublime que para él y sus coetáneos y seguidores tuvo el conocimiento de una «ley natural». Tan radical evolucionismo no le impidió ser vitalista, en el sentido clásico o escolar (Driesch) de esa palabra.
Los hechos fundamentales de la Naturaleza serían dos, la materia y la fuerza.
Pero junto a las fuerzas inorgánicas habría otra, específica de los organismos vivos y agente de su organización y su movimiento propios: la «fuerza vital».
Müller creía que incluso la composición química de los cuerpos vivientes es distinta, con distinción específica, de la observable en la naturaleza inanimada; ni siquiera la síntesis artificial de la urea (Wohler, 1828) logró convencerle de lo contrario, porque la urea es sustancia terminal y de desecho.
No pensó, sin embargo, que la «fuerza vital» pueda existir separada de la materia por ella vivificada. Expresión inmediata de esa «fuerza vital» sería la exquisita teleología de los fenómenos vitales, la armonía preestablecida entre la organización y las capacidades de los organismos.
La influencia intelectual de Aristóteles, cuya filosofía había frecuentado Johannes Müller en las aulas de Bonn, es patente en su pensamiento fisiológico.
Por ejemplo, cuando identifica el alma del hombre con el principio vivificador del organismo humano.
El alma de cada individuo constituye también el principio de su fuerza vital, y la vida anímica es sólo uu peculiar modo de vivir el organismo a que ella pertenece. De ahí el certero aserto de este fisiólogo acerca de la Psicología -nemo psychologus nisi physiologus- y su idea de la correlación entre la contextura somática y la actividad intelectual: «mientras la estructura del cerebro no se ha desarrollado, la acción orgánica carece de ideas».
La «representación» (Vorstellung) y el «conato» o «tendencia» (Streben) serían, pues, las dos actividades psíquicas fundamentales.
En 1827, 1840 y 1848, Müller sufrió períodos de depresión que lo incapacitaron para trabajar durante meses. Quizás estos, al igual que sus períodos de productividad explosiva, se deban a un temperamento maníaco-depresivo.
También podría considerarse la causa de su muerte, el 28 de abril de 1858 en Berlín, Alemania. Algunos estudiosos han concluido que se abandonó la vida.
* Dr. Pedro Entralgo (Catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad de Madrid) - Medicamenta - Tomo XVII - Nro. 211
* Johannes Steudel - Enciclopedia Británica